De todo el rico elenco de aves que se pueden observar en la Mar Chica, la que más destaca por su altura y prestancia es, sin duda, el flamenco común o rosa (Phoenicopterus roseus). Aunque el número de flamencos que hay en esta laguna natural es mucho mayor en invierno, siempre es posible disfrutar de su presencia a lo largo del año en mayor o menor medida.
¿Cuál es el motivo de que estas bellas aves elijan la Mar Chica para descansar y alimentarse? Esta gran albufera costera cercana a Melilla, surgida de un movimiento geológico que provocó el hundimiento del lado este del macizo del Gurugú en el mar, reúne las condiciones idóneas para que esta especie se sienta en ella como en su casa. Los flamencos se alimentan en las zonas menos profundas de las lagunas salinas, y están altamente especializados para nutrirse de pequeños organismos de origen animal o vegetal que viven en el lodo o en el agua salobre.
Microalgas y crustáceos de tamaño también microscópico son los dos principales ingredientes del plancton del que se alimentan los flamencos. Este plancton, en las aguas salinas poco profundas, es especialmente rico en un pigmento natural, los carotenoides. Estos carotenoides son muy importantes en la dieta de los flamencos, pues son las que proporcionan ese bello color escarlata a los adultos. De hecho, una forma sencilla de identificar a los ejemplares jóvenes es la falta de esos tonos rosados y escarlatas que destacan tanto en el plumaje y pico de los adultos. Poco a poco, los carotenoides presentes en el plancton se irán acumulando en el plumaje de estos jóvenes hasta alcanzar esos tonos en la edad adulta. La mayor intensidad del color será también decisiva para el éxito a la hora de encontrar pareja.
El secreto para capturar este alimento microscópico está en su pico, dotado de unas pequeñas barbas con las que filtra el agua y en las que quedan atrapados los diminutos crustáceos y algas que constituyen su comida. Si las aguas en las que se encuentra no son lo suficientemente ricas en plancton, los flamencos pisan repetidamente el fondo fangoso de la laguna para que los organismos que viven en el barro se mezclen con el agua y formen una especie de sopa alimenticia. A continuación, pasean su pico de un lado a otro por esta agua para introducirla en su boca; y su lengua funciona como un pistón que bombea el agua hacia las barbas para ser filtrada. Como podemos ver, el pico del flamenco es una adaptación prodigiosa que le permite nutrirse con un alimento que es el verdadero maná de la naturaleza, el plancton.
No es ninguna casualidad que las especies que han logrado adaptaciones evolutivas que les permiten alimentarse de plancton son las más exitosas dentro de la cadena trófica. Así, los bancos de sardinas o boquerones, peces que se alimentan de plancton, son los que cuentan con mayor número de individuos en el mar; las ballenas del orden de los Misticetos, que son las que poseen las barbas tan características que les permiten alimentarse de plancton, son los seres más grandes de la Tierra.
Las bandadas de flamencos que vuelan sobre la famosa Fosa de Rift africana, por su parte, pueden estar formadas por más de un millón de individuos. Son hechos que demuestran el éxito de la apuesta evolutiva de estas especies al especializarse en este alimento concreto. El flamenco, además, puede realizar grandes desplazamientos hasta otra lejana laguna si escasea el alimento en la suya. Así, los que observamos en las salinas de Cabo de Gata pueden estar a los pocos días en la Mar Chica, y viceversa.
Los flamencos que podemos ver en la Mar Chica crían sus pollos en unos pocos puntos concretos de Europa, como Doñana, la laguna de Fuentedepiedra o la Camargue francesa; así lo atestiguan las anillas identificativas que portan en sus patas muchos de ellos.
Los flamencos crían en colonias. Sus nidos son unas curiosas torretas de barro a modo de cráter, en cuya cima depositan un solo huevo. Los construyen en las aguas poco profundas en las que viven. Una de las principales condiciones que requieren es que el lugar les inspire seguridad para sus crías. La falta de seguridad puede ser uno de los motivos de que los flamencos no críen en la Mar Chica, un lugar que por lo demás es idóneo para la especie. Quizás si en un futuro las autoridades se decidieran a convertir esta laguna en un santuario para las aves, una idea que se lleva barajando desde hace algunos años, los flamencos se decidirían a establecer una colonia de cría aquí, que además sería la primera de Marruecos.
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