Hoy se vota el decretazo en el Congreso de los Diputados. Las cuentas en la Cámara Baja están muy ajustadas y dependen en gran medida de lo que haga CIU, ante el pronunciamiento expreso del resto de los grupos de un rotundo ‘no’ al decretazo del Gobierno Zapatero.
Llamazares lo explicaba ayer muy bien: ¿Por qué se suprimió un impuesto –el de patrimonio- que ha supuesto dejar de ingresar 30.000 millones de euros?
Y como esa pregunta, las hay a cientos, aunque desde el aparato socialista se nos bombardee diariamente con afirmaciones varias que, además de inciertas, sólo buscan azuzar la batalla electoral entre la supuesta izquierda y la resucitada ‘derechona de siempre’. De hecho, llevaba tiempo, mucho tiempo sin oír esas alusiones constantes a la derecha de manera tan casposa y anacrónica, como si nuestros 30 años largos de democracia se hubieran volatilizado en gran parte o, de repente, el tiempo hubiese retrocedido a épocas que ya creíamos superadas.
Pero esa, en verdad, no es la realidad, la actual pasa por el riesgo de fractura social cada vez mayor por causa de un Gobierno que se ha pasado por el forro todas sus promesas para desvelarse como un auténtico irresponsable, mientras clama que su decretazo es sólo y por España. Se confiesa a sí mismo por tanto como un torpe gestor que hasta ahora, cuando actuaba de otro modo, por lo visto no lo hacía por España, sino únicamente por las siglas políticas a las que se debe.
Estoy convencida de que con el PP no habría habido cheque bebé, ni subvenciones con las que mitigar el devaneo impreciso de la ley de la memoria histórica. Que tampoco se hubiera inyectado en los Ayutamientos miles de millones de euros para hacer obras que no estaban previstas y que, por tanto, no resultaban tan urgentes, amén de no generar la creación de empleo en el porcentaje que debía justificarlas.
Estoy harta además de que apelen a mi sentido de patriotismo, a mi solidaridad y valentía se dice para admitir como bueno un ‘decretazo’ que, en verdad, ni va a contribuir a sacarnos de la crisis ni va a lograr otra cosa que empezar a reducir el déficit público aunque al altísimo precio de castigar a las clases medias y trabajadoras. Esa perorata de tono patrio no es válida en este caso y se invoca con la misma efusividad y vaciedad que la invocaba el anterior régimen franquista, en una apelación miserable de sentimientos valiosos que ahora se manipulan groseramente.
El suspenso mayúsculo que merece este Gobierno no ha despertado aún la furia de unos sindicatos que han sido toreados vilmente, engañados de peor manera y, a pesar de ello, domesticados hasta tal extremo que ni siquiera son capaces de reaccionar como es debido.
Tampoco me vale que se pretenda justificar el tijeretazo del Gobierno Zetaparo aludiendo a la crisis económica mundial y a sus efectos en Europa y en el euro. Por supuesto que la crisis viene determinando desde hace un par de años la situación calamitosa hacia la que nos dirigimos, pero también que este Gobierno socialista no ha sido capaz de gestionarla debidamente. Optó por un camino que ha terminado a conducirnos a un túnel sin salida, donde la luz, por mucho que quieran vendernos lo contrario los pesoistas, no entra ni por una mínima grieta.
Zapatero o mejor Zetaparo viene estos días amenazando a los ricos con que ahora sí les va a imponer más carga fiscal –no se sabe si para que les dé tiempo a sacar su dinero de España antes de que apruebe alguna medida en el sentido anunciado-; mientras, intenta que olvidemos cómo aumentó el déficit público de manera desaforada a pesar de las advertencias de la UE.
Ahora, junto con su partido, el PSOE, nos dice también que en otros países europeos van a tomar medidas similares de reajuste, pero es incierto, salvo en Grecia no hay receta similar que haya adoptado por ahora ningún otro nación de la Unión Europea. Al contrario, en todos se barajan soluciones mixtas, que recorten el déficit pero aumenten también los ingresos poniendo mayores impuestos a la banca y a las clases más pudientes. Alemania ya lo ha hecho, el Gobierno Zetaparo aún no ha sabido reaccionar en el mismo sentido.
En este contexto, los debates domésticos de esta pequeña ciudad nuestra me parecen tan estériles, tan inútiles, tan exentos verdaderamente de sentido, que ya no me aburren, me sumen en un estadio aún peor. Si Zetaparo fuera tan patriota como quiere exigirnos a los demás, debería empezar a pensar en adelantar las elecciones. Y no porque sea incierto que los mercados han logrado arrollidar a la política, que la soberanía popular ha pasado a mejor vida y que nuestro sistema político está amenazado de muerte, sino porque nuestro presidente nacional no ha sido capaz de gestionar mínimamente la crisis, conduciéndonos a un túnel oscuro y sin salida del que ahora se ha visto obligado dar marcha atrás sin más alternativas por su parte que la de castigar a los simples trabajadores, a esos que no defraudan al fisco y que la Agencia Tributaria sí controla al milímetro.