Hace años que los españoles se sienten muy alejados de la política y, lógicamente, de los políticos. Se le llama desafección y significa que falta confianza en ellos o que la sociedad no percibe que estén dispuestos a resolver los problemas sino a beneficiarse personalmente de sus puestos y pare usted de contar. Rifirrafes como los que se produjeron ayer en el Pleno de Control entre Gobierno y oposición a costa de cuestiones como el minuto de silencio por Gaza o los contratos menores no favorecen demasiado tampoco que los melillenses se sientan cerca de sus representantes políticos.
Se trataba de que los grupos opositores pusieran sobre la mesa temas que les preocupen y que quisieran debatir pero el diálogo no fluye, entre otras cuestiones porque los que se sientan enfrente del Gobierno están más por la labor de obtener un titular llamativo o creerse que ponen a los consejeros contra las cuerdas cuando, en realidad, prácticamente nadie, a excepción de los más entregados a la causa de los partidos o los periodistas, les presta la menor atención. Esto es así y viene sucediendo desde hace años.
Estas sesiones de control en realidad no conducen a ningún sitio, esa es la verdad. Se celebran porque así lo establece el Reglamento de la Asamblea y porque se supone que implican un gesto de transparencia en la gestión aunque lo cierto es que terminan siendo un batiburrillo de temas varios que no conduce a nada serio. Y a modo de ejemplo se puede señalar lo sucedido con el tema de los minutos de silencio.
Lo habitual es que la Asamblea homenajee a las víctimas de la violencia de género al comienzo de la sesión, sea resolutiva o de control, da igual. Esta vez, sin embargo, CpM se empeñó en que se guardara otro minuto de silencio más, éste por las víctimas de lo que califican como "genocidio israelí" sobre la población de Gaza. Que se buscaba polémica era evidente. No es la primera vez que los cepemistas tratan de que la Asamblea se pronuncie sobre Palestina. Han presentado mociones en ese sentido pero no han conseguido que prosperen. Así las cosas, optaron por llevarlo al Pleno de ayer en un claro intento de señalar con el dedo a quienes no les siguiera el juego.
Eso fue lo que pasó y el objetivo se consiguió: hubo bronca y ruido. Al final, la Asamblea guardó el minuto de silencio pero por la paz en el mundo, no solo en Gaza y eso descolocó en cierto modo a los cepemistas, que dijeron sentir vergüenza ajena por la posición del resto de los grupos parlamentarios. El partido de Aberchán no quiere darse cuenta de que Melilla no está para sus experimentos de apelar a la sensibilidad de algunos ciudadanos, que el equilibrio social es fino, puede romperse fácilmente, y eso es algo que esta ciudad no se puede permitir en modo alguno porque de ello depende también su futuro.
Los melillenses deben ser un pueblo unido con un denominador común: su pertenencia a un país como España, una democracia moderna en la que caben todos desde la igualdad y sin estridencias ni motivaciones que quieran enfrentar a las comunidades que solo buscan vivir en armonía y con el mayor grado de bienestar social que se pueda alcanzar.