ALGUNOS vecinos de La Cañada de Hidum han vuelto a dar la nota.
Ayer volvieron a recibir a pedradas, como viene siendo habitual, a los vehículos policiales que se desplazaron hasta el barrio para desarticular un punto habitual de venta de droga.
Cuesta trabajo entender que a estas alturas aún existan personas que amparan a los narcotraficantes que actúan en La Cañada y que, en su defensa, terminen destrozando los coches policiales que al final pagamos todos los contribuyentes españoles.
Anoche, sobre las 19:30 horas, medio centenar de antidisturbios y agentes de la Unidad de Prevención y Reacción de la Policía Nacional de Melilla volvió a demostrar que La Cañada ya no es un lugar en el que los ‘narcos’ y los delincuentes de poca monta campan a sus anchas.
En los cuatro primeros meses del año hemos sido testigos de al menos seis intervenciones policiales en el barrio, que hasta ahora se ‘escapaba’ de los controles rutinarios que hace habitualmente el Cuerpo Nacional de Policía en el resto de zonas de la ciudad.
Fuentes policiales han asegurado a El Faro que con el anterior responsable de la Comisaría se evitaba provocar un incidente mayor en el barrio y que por eso se hacía la vista gorda.
Poco a poco, la Policía Nacional va ganando terreno y lo que antes era territorio comanche, ahora va camino de convertirse en un barrio más de Melilla.
Si a la vigilancia policial se une la intención de la Ciudad Autónoma de legalizar cerca de un millar de viviendas en La Cañada, entonces es señal de que avanzamos hacia la “normalización” de la situación de un barrio que hasta hace poco era “inexpugnable”.
La redada que tuvo lugar ayer se ha saldado, según fuentes policiales, con al menos un detenido, aunque los vecinos hablan de tres. Las informaciones son confusas, pero lo cierto es que la Policía ha vuelto a intervenir con toda la autoridad del mundo.
Una ciudad de poco más de 12 kilómetros cuadrados, separada de la península por el Mediterráneo y de Marruecos, por una valla, no puede permitirse el lujo de perder uno de sus barrios a manos de los narcotraficantes y los delincuentes.
Nadie ha dicho todavía si detrás del brote de delincuencia que sufrimos todos los melillenses en diciembre pasado estaban los alborotadores de La Cañada.
Lo que sí sabemos es que una vez que entraron en la cárcel, se acabaron los tironeros y los asaltos en plena calle.
La mayoría de los detenidos en enero pasado ya está en libertad. Cuando entraron en prisión, muchos eran viejos conocidos de los funcionarios de prisiones. Detrás del altercado de primeros de año, que algunos quisieron pintar de reclamo social, no había más que delincuentes comunes. El tiempo ha dado la razón a los que nunca creyeron que la revuelta estuvo motivada por el paro.
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