Los diputados locales dedicarán buena parte de la mañana a hablar en el Pleno de Control del desempleo, la pobreza y la exclusión social. Son tres problemas que sacuden con crudeza a la sociedad melillense. Sólo hay que recordar que la última Encuesta de Población Activa asignaba a la ciudad una tasa de paro del 28,13%, es decir, que casi un tercio de las personas en edad de trabajar que residen en Melilla no encuentra un empleo. A ese escalofriante dato se suma el aportado ayer por la EAPN, más preocupante aún. Según el último informe de esta organización, el 37,3% de las personas que viven en la ciudad está en riesgo de pobreza y exclusión social, unas 23.466 en total.
Con estos datos encima de la mesa, los diputados no deberían emplear la mañana en hablar de otra cosa. Estos números, que representan personas y familias que están atravesando por serias dificultades, que están al borde de la desesperación y cuyo futuro no va más allá de cómo esquivar cada día el drama que significa la pobreza y la exclusión social, merecen que los 25 políticos que esta mañana se sientan en sus escaños no dediquen sus esfuerzos a otro objetivo que no sea éste. La situación de ese 37,3% de la población melillense es una realidad que, además del drama personal y humano que representa, supone un grave peligro para la convivencia y la paz social en la ciudad.
Se trata de un problema de primera magnitud que habría que abordar con seriedad. Sin embargo, los antecedentes hacen prever que en el salón de plenos volverá a registrarse una batalla de cifras, un cruce de reproches en forma de porcentajes, emboscadas dialécticas y golpes de demagogia. Tal vez acabe la mañana con una declaración consensuada a modo de propósito de enmienda que los diputados hagan ondear como una bandera blanca. Sería un primer paso, pero insuficiente porque hay problemas que en Melilla ya no pueden esperar más tiempo una solución. Éste es uno de ellos.