Verá usted, maestro, que me entero, así de refilón, que estará usted pisando el pisoplaza de la plaza de toros, a la que Corrochano adjetivó de aquella manera, la tarde de la ritual corrida de feria, venida este año entre azogues de impaciencias y voluntades de tesón, para que no se pierda otro jirón más de las tradiciones de mi ciudad amada.
Verá usted maestro; dentro de unos días se cumplirá un lustro de aquella tarde de Madrid, de aquel 15 de septiembre, en las Ventas, en aquel concurso de ganaderías, de esas ganaderías que solo quieren ver toreros como usted; La Quinta, Baltasar Iban, Albaserrada, Pedralta, Murteira...
Yo estuve allí aquel domingo de septiembre, a medio camino de la Feria de Otoño. Menguada era la asistencia, ya sabe usted cómo es aquella plaza...
Allí estaba usted, maestro, y creo también que Robleño y Pinar. Pero no me haga caso porque las valvulinas de mi memoria patinan más de la cuenta.
Pero si sé, con indubitable certeza, que usted estaba allí, esperando a aquel Albaserrada, aquella prenda, al que ni siquiera quitaron su condición los puyazos que recibió. ¿Fueron tres, fueron dos? Lo cierto es que arreó de aquella manera en banderillas y luego de manera fea le derrotó a usted en la cara y en el suelo lo levantó de manera igual, Golfo, me parece que se llamaba aquella prenda, eso al menos me dijo Luis Lombo, vecino de localidad, y aunque a usted se lo llevaron en volandas a la enfermería y no pudo saber lo que luego pasó, al prenda aquel, que nos había engañado por su pelea con los picadores, le silbaron en el arrastre, cosa insólita en esos concursos.
Cuando nos fuimos, con la anochecida y frío, pues aquello acabo tarde, rumiaba en silencio la suerte dispar de los toreros....
Aquella tarde de largos silencios venteños, tan distintos de aquellos de la Maestranza, las gentes aún tuvimos valor de silbar al del marqués en el arrastre.
Yo sé, por las crónicas, que usted ha sufrido calvarios y dolores, más allá del que le infligió aquel golfo. Incluso cuentan también que llegó usted a andar entre pucheros, que le rescataron otra vez y vienen y van las ruedas de la fortuna desde entonces.
Esta feria viene usted acartelado con Manuel Escribano, gran maestro al que le tocaron la música en la Maestranza tras el ‘a porta gayola’ con el que recibió al último toro después de escaparse literalmente de la enfermería, tras la espeluznante cogida en el tercero. La suerte quiso que estuviera allí presenciando aquella muestra de sensibilidad, torería, valor y heroicidad...Las cosas de Sevilla... Era el 13 de abril de este año del Señor.
Viene usted a esta tierra hospitalaria, vieja y sabia, atravesando alcores de esperanzas y millas de ilusión. Las ruedas traen estas cosas y ya verá usted como aquí distingue, con claridades venidas desde arriba, los colores azul Melilla y albos de certezas, que le anunciarán, seguro, la ufanía de haber vencido a la tristeza y a la desilusión, para trocarlas en sinfonías radiantes de nuevas primaveras.
No sé cómo quedará la cita, ni si los Torrealtas serán tal y como dicen. Pero aquí saco yo, ahora, desde el palco de la diáspora y de la añoranza, los dos pañuelos del tirón para premiar tanto valor y tanta angustia, esta vez trocados en caireles de alegría.
Agua para el elefante, la espada y el estoque para el toro.
Sr. Gutiérrez, ya no le "echa agua al elefante"? Le ha faltado decir que luego las (entradas-invitaciones) la "revenden" en alrededores de la plaza...Siempre paga los mismos!!!
PD. "Viva los toros de gañote"
Viva el Ayuntamiento