El temperamento de España y Marruecos tiene el complejo mérito de arrastrar sobre sus espaldas una de las fronteras más discordantes de la aldea global. Y es que, los límites territoriales hispanos no son comparables con ninguna otra demarcación acreditada. No hablemos del avispero que aglutina en cuanto a sus intentos de penetración, sino del desnivel social y económico entre dichos Estados.
Lo vivido recientemente en la Ciudad Autónoma de Ceuta y en menor medida, en la Ciudad de Melilla, no debería emplearse para pregonar un asalto militar, ni nada que se le asemeje, aunque hay quien abuse de esta situación extraordinaria para ondear la bandera patriótica y ostentar su color político. ¡Menudo modo de apaciguar los difíciles momentos transcurridos para sondear una salida a este aturdimiento!
Es cierto que desde hace unos meses Marruecos libra un pulso diplomático con Alemania, y sobre todo, con España; habiendo sido habilidoso a la hora de exhibir su desagrado con la admisión del líder del Frente Polisario, que no hay que soslayar, tiene abiertas varias causas judiciales vinculadas con violaciones y vulneración de los derechos humanos. Sin embargo, lo lamentable de este escenario con el ruido de fondo que amasa, subyace en los miles de migrantes marroquíes, numerosos menores de edad, que han cruzado los límites fronterizos arrojándose al mar, ante la permisividad de la policía magrebí, dentro de la estrategia de perturbar al Gobierno de Coalición, transformando este desplazamiento en un arma arrojadiza para confirmar de lo que es capaz de hacer, si a España se le ocurre aliarse en alguna otra ocasión con los postulados saharauis de la independencia.
Luego, nos hallamos ante un entramado de profundo calado con demasiadas aristas y pericias geopolíticas de alto voltaje. Actualmente, Marruecos es el país africano con mayor arsenal militar, gracias a la comercialización de armas con Estados Unidos, que a su vez, le proporciona apoyo ilimitado a la causa para anexionarse las tierras saharauis. Ciertamente, un auténtico jeroglífico, donde también emerge el Estado de Israel, reconocido y defendido por el rey Mohamed VI (1963-57 años).
Con lo cual, Marruecos, ha dejado claro que dará por concluido el trance diplomático, en tanto España defina su posicionamiento con respecto al Sahara. La indolencia fronteriza marroquí es la curva convexa de este conflicto; mientras que la curva cóncava, la apatía española en precisar un punto de vista que de una vez por todas, sustraiga del limbo internacional la histórica cuestión del Sahara.
Absorto ante los acontecimientos migratorios y, por ende, humanitarios, que se ciernen sobre Ceuta con la irrupción irregular de miles de marroquíes, la mayoría jóvenes y niños junto a algunos subsaharianos, se evidencia el complot indolente de las Fuerzas de Seguridad de Marruecos, sin sopesarse, la otra vicisitud que acarreamos desde hace más de un año y que indudablemente, problematiza aún más los inconvenientes que reportan la epidemia del COVID-19. Prueba de ello, es el reporte en el número de contagios en estos últimos días.
Tal vez, el primer designio sea la indagación de un mínimo resquicio a un escape cercano que intuya el desafío migratorio, sin que esta sea verdaderamente la raíz del asunto. Al mismo tiempo, están quiénes apuntan los motivos del origen para desembocar en este panorama y supuestamente culpabilizarnos.
No obstante, aunque se remedie superficialmente el entorno respondiendo apropiadamente a la convulsión planteada por Marruecos, no habremos hecho más que taponar en apariencia una herida abierta, que una vez más sangra, cuando legítimamente nos oponemos al expansionismo marroquí.
“La entente cordiale conservada hasta ahora, se está viendo quebrada por lo sobrevenido en el espigón del paso fronterizo del Tarajal, que es una parte deleznable, cuando no trágica de conexión a nado entre España y Marruecos”
Con este talante grandilocuente, cada vez que se suscita la soberanía histórica y jurídica de Ceuta y Melilla, o de las Islas Canarias y sus aguas, y no digamos la propuesta del referéndum del Sahara, Marruecos percibiéndose ninguneado, nos brinda con una réplica inquietante para denotar su total disconformidad. Precisamente, es a partir de aquí, cuando afloran encadenadamente síntomas de tensiones con fórmulas supeditadas a la diplomacia vecinal, e incluso a la coacción, o medidas de presión o represivas, y cómo no, con notorias provocaciones.
Al margen de las generalizaciones y cuantas divagaciones opinables se vierten para vislumbrar la coyuntura presente, no queda otra que adentrarse en lo concreto para hilvanar el punto cardinal que subyace y partir de las referencias sospechadas: el laberinto armado entre Marruecos y el Frente Polisario por la supremacía del territorio del Sahara Occidental, más las derivaciones del mismo y los enfoques diplomáticos foráneos ante tal soberanía.
En este choque de fuerzas concéntricas, primero, los saharauis, contemplan su autoridad suprema nacional e ineludible; y, segundo, los marroquíes, encajan el Sahara como tesis irrenunciable, enfrentándose como quiebra unilateral de alto el fuego determinado desde 1975 y la persistencia de su afán belicoso, buscando que aumentando en intensidad, empuje a Marruecos a una respuesta efectiva.
No desdeñándose, el mutismo marroquí que desgasta la moral saharaui, junto a la acentuada praxis diplomática en su beneficio desde la base de los lazos establecidos con Estados Unidos y Francia, principales puntales y suministradores de armas.
Así, en tres décadas y gracias a estas alianzas, Marruecos ha logrado que el argumentario de su razonamiento contradictorio a la autodeterminación no figure en la palestra, si acaso, siendo debatido en el tablero internacional con menos proyección, de la que España mantiene su equidistancia, reconociendo que la descolonización no culminará hasta que la población saharaui se exprese válidamente.
Socios aventajados como España, o la República Francesa, quién no ha optado por reconciliarse y acercar posturas por la guerra y la etapa colonial con la República Argelina Democrática y Popular; o los EEUU, Reino Unido, las Monarquías del Golfo Pérsico, o decenas de naciones africanas y algunas otras hispanoamericanas, en virtud de los compromisos comerciales desde el 2000 con la Federación de Rusia, y prorrogados en 2016 con la visita de Mohamed VI al Kremlin.
O la contribución constituida mediante la ‘Comisión Mixta de Cooperación Económica, Científica y Técnica’, operando en parcelas como la peca, agricultura, energía, industria, automoción, química y minería; además, de la ubicación de empresas rusas en la superficie marroquí, o conciertos ampliables a Defensa, como el protagonismo de la ‘Empresa Kamaz’, creadora de vehículos militares y la adquisición del submarino ‘Amur 1650’, para supervisar las aguas del Estrecho de Gibraltar y del Océano Atlántico. Y, por último, los contactos suscitados con el gigante asiático en materia de pesca, maniobrando como Rusia en aguas saharianas.
De este modo, con la premisa que el Sahara sea identificado internacionalmente como zona marroquí, progresivamente se ha ido punteando por las amistades privilegiadas antes mencionadas, junto a la aportación con el Estado de Israel desde los años 60 y el ‘Acuerdo de Abraham’ (15/IX/2020), que podría alterar la hechura de Oriente Próximo, culminando la plasmación de un eje regional contra la República Islámica de Irán, dando pie a que Israel y el Reino de Arabia Saudita instauren conjuntamente un marco de cooperación.
En este Acuerdo, sin ser un estado destacado en recursos económicos, ha primado el lugar estratégico que ocupa en la fisura de las placas Euroasiática y Africana, con el control, desenvoltura de paso por su espacio aéreo y ser un actor clave en la verificación de los flujos migratorios desde África a Europa. Pero, el alto precio a pagar por estas ayudas es incuestionable: el Sahara Occidental.
Artimañas en la complicidad que han provisto de una sensación de efervescencia fusionada en la capacidad geopolítica y geoestratégica de Marruecos, como no había adquirido jamás.
Entretanto, confluye un discurso de oposición y contundencia diplomática en aquellos países que se declaran remisos al principio soberanista sobre el Sahara Occidental, como es el caso específico de España y que tajantemente no es avalado por Estados Unidos.
Y más aún, con el alegato concluyente del expresidente estadounidense Donald John Trump (1946-74 años), exponiendo literalmente que “la propuesta marroquí de autonomía es creíble y realista, base para una solución justa y duradera y de paz y prosperidad perdurables”.
Por otro lado, la apertura de Consulados de diecinueve estados africanos y algunos árabes en El Aaiún y Dajla, ambas localidades en el Sahara Occidental, conjetura el reconocimiento de facto de la ‘marroquinidad’ asociada a la soberanía de los territorios invadidos.
Representaciones a todas luces calificadas por los saharauis como ficticias, adulteradas e ilícitas, sobresaliendo el proceder encauzado por la República de Burundi, que ha querido mantenerse en la legitimidad internacional, difundiendo abiertamente que “Marruecos ha fracasado en su política de engaños y sus pretensiones de hacer creer al mundo, su supuesta soberanía sobre el Sahara Occidental”.
En la misma tesitura ha de valorarse, si es que existe veracidad en lo fundamentado y no es propaganda que remueve la desmoralización saharaui, la aseveración propagada por algunos medios de comunicación, en lo concerniente a que la Administración Central estadounidense, la Sede del Departamento de Defensa o el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia, CIA, han introducido en su cartografía oficial de Marruecos, el antiguo Sahara español.
Igualmente, rastreando la rémora de una inverosímil marcha atrás, la ‘Legión al Mérito’ en la clase de ‘Comandante en Jefe’, concedida por Trump a Mohamed VI por “su visión y valentía personal”, otorgada en lo más íntimo a la embajadora de Marruecos en EEUU con anterioridad a su despedida de la Casa Blanca, dibuja otra perspectiva en Oriente Medio y el Norte de África, predisponiendo un tiempo de seguridad y bonanza, en indicación al comienzo de las relaciones con Israel.
Es clarividente, que por encima de todo está el resarcimiento a Marruecos por la primicia en los nexos con el Pueblo Israelita. Contrapartida ensamblada en la rúbrica de un Acuerdo de Cooperación con Estados Unidos, en lo que atañe a la esfera estratégica, incluyendo la compra de armas y otros útiles y pertrechos, así como el adiestramiento de Tropas y la colaboración de los Servicios de Inteligencia.
Hay que traer a la memoria, que desde la ‘Guerra Fría’ (1947-1991), Marruecos se ha mostrado como un firme aliado para los estadounidenses, actuando de valioso puente para el tránsito de las Fuerzas a Oriente Medio, así como de centinela avanzado en el Estrecho y fundamentalmente, en el itinerario del terrorismo islamista.
Componentes a los que hay que incluir la probabilidad en proceso de negociación, tal y como ratifican varias fuentes marroquíes y desmentidas por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, entre las eventualidades de Defensa 2020-2030, se encuentra el traslado de la Base Militar de Rota a Tan-Tan, situada en la región de Guelmin-Río Noun en el Suroeste de Marruecos.
Lo que de ser irrefutable, daría un vuelco en la política marroquí con el Sahara.
Ante tales circunstancias, abarcando la no respuesta armada efectiva al Frente Polisario, se observa que en la última década Marruecos ha acrecentado su dominio de entendimiento, tomando peso en la Comunidad Internacional. Lo inverso acontece en los saharauis, perdiendo credibilidad en que las Naciones Unidas, ONU, continúe apoyando el referéndum de autodeterminación y acabe apostando por la autonomía.
Entre tanto, semanas después de la incursión demoledora en Ceuta, las autoridades marroquíes asimilan algo que los emigrantes irregulares interpretan a las mil maravillas: inmediatamente de la frontera marroquí y una vez se toca territorio español, también se alcanza Europa.
Rabat, es una pieza esencial para la seguridad del continente europeo y una herramienta imprescindible en la pugna de los entresijos transfronterizos como el crimen organizado o el tráfico de emigrantes. Simultáneamente, la Unión Europea, UE, es quién más surte comercialmente a Marruecos con el 53,1% de sus importaciones y a donde se consigna el 66,7% de lo que exporta.
Si bien, la ‘entente cordiale’ conservada hasta ahora, se está viendo quebrada por lo sobrevenido en el espigón del paso fronterizo del Tarajal, que es una parte deleznable, cuando no trágica de conexión a nado entre España y Marruecos, juzgada por Bruselas como un quebrantamiento de las fronteras europeas y una amenaza inadmisible a la totalidad de la UE y a uno de sus Estados miembros.
Quizás, el país alauita no aguardaba la reacción frenética y aplastante de las Instituciones Comunitarias, que reclaman el acatamiento a la legalidad internacional y el restablecimiento urgente de las inspecciones fronterizas. Un escollo en el que España, a pesar de las incesantes insinuaciones saharauis y afines con cometidos históricos y jurídicos, que la reconoce como potencia administradora, se ha puesto en el perfil de la Unión Africana, por su acrónimo UA; además, de la UE, la ONU y la MINURSO, la misión de Naciones Unidas para el referéndum en el Sahara instituida por Resolución 690 de 29/IV/1991.
Evidentemente, el porte español influye en los protagonistas en litigio. Primero, los habitantes autóctonos del Pueblo Saharaui, sospechan que España está atenazada por la imposición marroquí, que ha dividido a la sociedad y representantes políticos en razón del contencioso, con el dilema si alienta o no el expansionismo de Marruecos.
“Lo vivido recientemente en Ceuta y en menor medida, en Melilla, no debería emplearse para pregonar un asalto militar, ni nada que se le asemeje, aunque hay quien abuse de esta situación extraordinaria para ondear la bandera patriótica y ostentar su color político”
Obviamente, en lo que concierne a Marruecos, cada una de las operaciones de forzamiento desplegadas por las migraciones en las Islas Canarias y, últimamente, en los enclaves de Ceuta y Melilla.
Comenzando por el Archipiélago Canario, permitiendo y teóricamente atomizando los acuerdos creados, como tono de incitación y al objeto de prescindir que el sector social y político español que aboga por los saharauis, se revele ante la declaración de guerra. Lo que atenúa un contexto crítico con la oleada descomedida de inmigrantes, insinuando como factor de su diáspora a las condiciones económicas deplorables que padecen por el azote epidémico. Eligiendo este derrotero, ante la implacable y persistente vigilancia policial del Mediterráneo Central y el Estrecho.
Análogamente, no perdiendo de vista las dos plazas españolas, Marruecos, ha procurado extender una tormenta pública que insistentemente ejecuta desde trechos retrospectivos, con el propósito de su anexión a largo plazo. En nuestros días, se cubre las espaldas con una táctica de mordaza económica, imposibilitando el comercio de porteadoras con la apertura y el cierre improcedente de las fronteras desde el 12/III/2020, fecha que remarca con el pretexto pandémico.
Localidades, como Ceuta y Melilla, que con el corazón en un puño advierten los avatares en la vuelta de tuerca del embudo migratorio, mayormente en la primera, combinado de falsas noticias o ‘fake news’, para tergiversar la imagen del problema y hacerlo más insostenible. Ha de incorporarse a lo discurrido en esta narración, el aplazamiento de la ‘Reunión de Alto Nivel’ entre España y Marruecos programada para el 17/XII/2020, con la evasiva del SARS-CoV-2, escondiéndose su innegable precedente: la negativa marroquí ultrasensible a las deferencias españolas y en boca de su Ministra de Asuntos Exteriores, María Aránzazu González Laya (1969-52 años), en correlación al conflicto saharaui amparando las Resoluciones de la ONU, y las del entonces Vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias Turrión (1978-42 años).
Y, cómo no, el acogimiento inoportuno del dirigente del Frente Polisario, Brahim Gali (1949-71 años), el 22/IV/2021 en el Hospital San Pedro de Logroño justificado por lógicas rigurosamente humanitarias y sanitarias, teniendo diversas causas abiertas en el Tribunal de la Audiencia Nacional por torturas y desapariciones de disidentes en los campos de refugiados entre 1976 y 1987, respectivamente.
Escenario que, según los analistas, entrevé una encrucijada para la República Árabe Saharaui Democrática, RASA, amén de la intensificación en el malestar de Marruecos y España, como Rabat ha declarado al embajador en Marruecos, Ricardo Díez-Hochleitner Rodríguez (1953-67 años), culpando al Ejecutivo de deslealtad, al no avisar pertinentemente del ingreso en España de Gali en un avión medicalizado argelino, perturbando las relaciones de su socio y vecino con su hospitalización premeditada y en lo reservado.
Advertencia puntual por la que Marruecos ha requerido en repetidos momentos una contestación satisfactoria e irrevocable, con el amago quebradizo que la concordia entre ambos estaría en agua de borrajas.
Momentáneamente, no se habían resentido las áreas más delicadas de cooperación: estas son la inmigración ilegal y el yihadismo, hasta que alcanzado el 17-18/V/2021 se ocasionaran las intrusiones de inmigrantes irregulares, entre ellos, una cantidad considerable de menores no acompañados e indocumentados.
Estos episodios se han considerado una invasión en toda regla como chantaje político a modo de represalia, con bandazos migratorios perfectamente fraguados, espoleados y alentados por la Administración de Rabat, envueltos en una crisis enmarañada y hostigada por la preferencia facilitada a Argelia, el primer abastecedor de gas a España, por recibir al líder del Polisario, sin reparar en las consecuencias predecibles de cara a las suspicacias de Marruecos y que directamente ya había revelado la embajadora en Madrid, Karima Benyaich Millán (1961-60 años).
A tenor de lo concatenado en estas líneas, estamos ante un horizonte demasiado turbulento en el que Marruecos, sintiéndose con músculo en la trama internacional, no ceja en su política expansionista y estima como agravio comparativo e incalificable, la admisión de Gali en pleno conflicto armado.
Este es hoy por hoy, el zigzag arduo y espinoso que bulle y abruma en el palpitar de quiénes viven en este trocito de tierra española, que a los ojos del mundo, obliga a los Reinos de España y Marruecos a compenetrarse desde el respeto mutuo, para salvaguardar y forjar el entendimiento como el mejor instrumento bilateral.
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