No es la primera vez, ni será la última, que en el ejercicio de su cargo -ocupa estos días en las altas instituciones del Estado- haya quienes se gasten el producto ilícito de sus malas influencias en, perdón, putas (la parte más débil, despreciada y dañada), drogas, comilonas, utilización de recursos públicos en beneficio fraudulento propio y demás dispendios, además de reportaje gráfico incluido.
Beber, comer, viajar o fornicar a costa del erario público sigue liberando adrenalina en la honradez enferma de miembros de la clase política de todo color, baste con tener poder y dejarse corromper o incitar a ello, aquí no hay ideología.
Tiene la corrupción la curiosa dualidad de verse distinta según la tengas en casa o en casa del vecino. Y si es del adversario, la gravedad es superlativa. Cuando se tiene al lado, baste con amputar un dedo.
Cuando está enfrente, el cuerpo debe ser incinerado en vida. También, y como resorte automático, activa el "y tu más" como equivocado ungüento para aliviar la rotura propia.
Actúa el "afloramiento" , seguramente sin querer esta situación jurídica de ser "prostituida", como cómplice para demoras y obstáculos de todo tipo al evitar la justicia ordinaria que, aún no viviendo los mejores momentos, iguala o intenta igualar una rendición de cuentas por delitos de tan baja estofa, siempre presuntamente.
Nada es difícil de imaginar que si a un tribunal ordinario se le intenta adormecer para "aburrir" investigaciones, al superior y destinado a los aforados se le intente anestesiar. Es grave lo que acontece con la corrupción presente y conocida y que se eleva esta en su ruido por encima de una realidad, también ardua, que afecta con dureza a una ingente cantidad de personas para las que ir a hacer la compra para vivir se convierte en la de subsistir; un puerto de montaña al que no se sabe si se podrá alcanzar.
Asimismo y enlazado a ello, el subidón de las hipotecas dejará a no pocos en en límite de lo posible y a los que tienen la expectativa de vivir en casa propia en eso, en expectativa y sin pasar de ahí.
El despliegue informativo de los datos macroeconómicos, las cifras porcentuales o las estadísticas, no bajan el precio de la leche o el nivel de los intereses bancarios, por más que se afanen en repetirlos como un latiguillo o un tono musical de espera sinfín.
La cercanía electoral, ya se sabe, acelera la munición y su calado en la contienda, ofreciendo una secuencia por capítulos de no poco morbo e interés mediático y que, con frecuencia, es aprovechado para orillar otros quebrantos que la generalidad padece, especialmente los más débiles.
Tocaría - toca siempre - el compromiso de las formaciones políticas por limpiar los filtros que, como barrera de contención y paso, discriminen la llegada al espacio de poder y decisión a quienes se sirven y no sirven.
Si no, unido al conciliábulo tan frecuente de la vulgaridad con la soberbia, pocas esperanzas quedan.