Las cuarto imágenes que acompañan este artículo formaron parte de la portada de El Faro de Melilla del pasado 26 de abril. Ese día este diario alertaba del peligro que corrían algunos menas (menores extranjeros no acompañados) que accedían al espigón del puerto descendiendo por la fachada del faro de Melilla La Vieja. Habían hallado esta nueva ruta tras la instalación de una garita de la Guardia Civil en la cuesta de la Florentina para, precisamente, impedirles entrar desde ese otro punto.
Este espeluznante nuevo camino de los menas hacia el espigón comenzaba en un lateral del faro. Desde ese punto, los menores bordeaban el edificio subidos a la repisa y llegaban hasta un cable de toma de tierra del pararrayos instalado en el tejado del edificio. Luego, utilizando dicho cable, se descolgaban por la fachada hasta llegar al pie del acantilado. Una vez allí, continuaban su camino por las rocas en dirección hacia la escollera.
El riesgo de que estos menores pudieran sufrir un desgraciado accidente requería una acción inmediata y contundente. Así se exigió desde esta misma sección de El Faro de Melilla a la consejera de Bienestar Social el pasado 26 de abril, día de la publicación de la noticia. Ayer, casi dos semanas después, unos operarios comenzaron a instalar en el lateral del edificio una verja.
La solución adoptada, desde luego, no ha sido ni inmediata ni contundente porque incomprensiblemente ha habido que esperar 12 días y porque la medida de colocar una reja no soluciona nada por sí misma. Más bien al contrario. Dicho elemento puede desanimar a quienes no viven al borde del precipicio, es decir, a la mayoría de los ciudadanos que somos conscientes del peligro de deslizarnos por una repisa que termina en las rocas de un acantilado. Sin embargo, a la vista del desprecio hacia su propia seguridad física con el que algunos menas encaran su existencia, éstos no deben de ver la verja más que como otro elemento a superar sin demasiada dificultad. Incluso, lejos de impedir que los menas continúen poniendo en riesgo su vida, dicha reja puede ser un peligro añadido ya que para superarla, los menores deben subirse sobre la misma y bordearla. En esta acción, existe el riesgo de que se venga abajo y haga que el menor se precipite al vacío si la verja no está bien cogida a la pared o si su sujeción acaba debilitándose por el continuo trasiego de los menas sobre la misma o por el efecto que tiene la proximidad del mar sobre el metal.
Da la sensación de que quién ha decidido instalar esa reja sólo pretendía dar la impresión de que se ha tomado alguna medida, como si necesitara contar con un argumento para excusarse si un día ocurre una desgracia y se ve en la tesitura de tener que dar explicaciones. Entonces podrá decir que hizo algo, aunque no sirvió de nada.