Como si de otra dimensión se tratara, la zona de la frontera de Beni Enzar no es la sombra de lo que era. Sin el bullicio que había antes, ahora hay espacio para fijarse en los edificios colindantes y preguntarse cómo ha cambiado la vida de las personas que ahí viven. Todas coinciden en la tranquilidad que hay.
“Ahora la vida es más tranquila, muchas menos personas, no hay compras ni vecinos de Marruecos que vengan, solo se nota el centro comercial”, explica Luis, vecino de la zona. Asegura que tienen todo lo que necesitan cerca. Recuerda que antes la zona era más bulliciosa y animada.
Desde marzo de 2020, los pasos fronterizos de Melilla con Marruecos están cerrados. El país vecino avisó con pocas horas de antelación que tomaban esta medida dado el aumento de los contagios de coronavirus y fue en ese espacio de tiempo que miles de personas tuvieron que decidir si quedarse en la ciudad española o volver a Marruecos. Ahora solo se ve a vecinos en las calles.
Una de estas vecinas es Soraya. Ha salido por la mañana a pasear al perro con su hija, cuenta que ella antes vivía en el Tesorillo y que en la zona del Real en la que vive ahora está tranquila, además de que le pilla cerca todo tipo de servicios como el supermercado o la plaza.
“Yo estoy muy a gusto”, recalca Soraya, quien recuerda que antes oía mucho el ruido de los coches. Aunque cree que podría haber más limpieza en la zona.
A medida que avanzan las horas del día, más personas vienen a comprar a los comercios de la avenida de Europa.
Pepi, vecina de la avenida de Europa, cuenta que antes olía a orines y había peleas, por lo que ahora ha mejorado la convivencia. Al igual que muchos de los entrevistados, repite la palabra “tranquilos”, aunque dice que le da pena por los comerciantes, ya que los conocen de toda la vida. También recalca que ahora hay aparcamiento.
“Lo siento por los comerciantes, pero ahora estamos más tranquilos, ya no hay jaleos”, dice otra vecina que ha preferido mantener el anonimato.
Por su lado, Pilar es mucho más tajante. “Era inhumano, indecente el vivir en estas condiciones, eso sí, pagábamos impuestos como todo buen vecino, pero no teníamos derecho a reclamar ni a nada, como era un beneficio para la Ciudad Autónoma”.
Explica que tenía que abrirse paso al salir de su portal dando patadas a las cajas de cartón que había; la basura llenaba toda la avenida de Europa, asegura. “Era una constante dejar basura, cartonaje… todo. Era hacer vida diaria aquí”.
Por otro lado, Pilar dice que lo siente por las personas que se han visto afectadas económicamente, “pero lo que nosotros hemos vivido aquí, sinceramente no. Estamos en la gloria, pagamos impuestos para no vivir rodeados de basura”. Es por ello que espera que esta situación “dure mucho tiempo” y que no se vuelva a repetir.
Como bien han señalado los vecinos, son los comerciantes los más afectados por el cierre de los pasos fronterizos. En las naves solo se ven coches esporádicos pasar por ahí, tal vez haciendo el típico ‘rule’ melillense. La tranquilidad es la rutina.
Las persianas de muchos de los locales de la avenida de Europa están echadas desde hace meses y aquellos que siguen abiertos, dependen al cien por cien de la clientela melillense, cuando antes su impacto económico era minoritario frente los clientes de la frontera que cruzaban para comprar.
De momento, para el regocijo de los vecinos, no hay fecha de reapertura de la frontera, aunque Delegación del Gobierno informaba la semana pasada que es un tema sobre el que ya se está trabajando con Marruecos.
Que la tranquilidad impera en las viviendas colindantes con la frontera de Beni Enzar es un hecho. Lejos del flujo constante de personas, miles, que había antes, ahora solo se ve a los ciudadanos que todavía siguen comprando en los comercios que quedan abiertos.
Soraya, una vecina de la zona, señala que “se está muy tranquilo, pero le falta más vida”. Las personas que había en el momento en el que fue El Faro visitó la zona se podían contar con los dedos de las manos, solo había más afluencia en los comercios, donde acuden vecinos de otros lugares .
Y es que Soraya tiene dos hijos de 20 y 24 años que “se aburren”. Explica que a su hija le encanta el cine y es cuando van a la península “que se hinchan a ver películas”. Tampoco hay muchas cafeterías o lugares para tomarse algo.
No es la única persona que piensa así. “Vivir aquí para un joven es un poco raro porque no hay lugares para el ocio, para divertirse. No tenemos nada que hacer”.
Es por ello que Ibrahim, de 18 años, pide que se tome algún tipo de medida para que su generación tenga más opciones para divertirse.
También coincide en que ha cambiado bastante la zona desde que cerró la frontera. “Ya no hay avalanchas de personas y ahora estamos mucho más tranquilos y se agradece, la verdad”, dice Ibrahim.
Lo más parecido al ocio que hay es un salón de juegos y lo que puedan encontrar en el centro comercial. Soraya explica que le gustaría poder pasar el día allí, pero que al final solo va a comprar.
Este sentimiento de falta de actividades para la juventud está generalizado entre gran parte de estas franjas de edades y no es la primera vez que El Faro recoge este tipo de declaraciones por parte de jóvenes de otros barrios.
Soraya entiende que para los más adultos, la calma que reina en estas calles desde marzo de 2020 es idónea, pero también le gustaría que sus hijos tuvieran más opciones para divertirse.
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