Nació en Melilla en la década de los 50, estando su padre destinado como militar en la ciudad autónoma. El escritor melillense, Carlos Sánchez Tárrago vivió aquí sus primeros 12 años de vida: “viví 12 años de una infancia muy bonita, repleta de grandes recuerdos. Estudié en el colegio La Salle y recuerdo muchos momentos de entonces, tales como el té con churros, el Mantelete, los pinchitos de Casa Sadia, los pasteles de La Campana e ir con mis padres de tapeo a bares como el Metropol o el Zaragoza. Mis recuerdos en Melilla son imborrables porque, además, cuando destinaron a mi padre a la península dejaba allí a mi abuela, a mis tíos y a mis primos”.
La vida da muchas vueltas e hizo que Sánchez Tárrago se instalase en el Sáhara: “allí fue nuestra salida, de nuevo, al norte de África, regresamos a la península en 1986 y fuimos destinados a Tánger.
Al final he pasado 25 años en África”, Sánchez Tárrago es autor de varios libros de historia, el último titulado, El millón de Larache: “El millón de Larache fue el primer libro sobre corrupción que se escribió y data del año 1922. Su autor fue el periodista López Rienda, que había sido sargento de Regulares y destapó un caso de corrupción que se había producido en el parque de Intendencia de Larache. Cuando lo leí, en su momento, vi que era un libro que dejaba muchas preguntas en el aire porque no relataba lo que había sucedido después, primero un consejo de guerra y después en el Tribunal Supremo. Al cumplirse los 100 años del libro quise escribir un ensayo sobre el mismo, recogiendo esos relatos que no quedaban muy claros y quería conocer un poco más de lo que sucedió tras la publicación del libro y, sobre todo, me interesaba cómo la prensa se hizo eco de este escándalo. No olvidemos que el libro destapa este caso en 1922, 12 meses después del Desastre de Annual”.
“La corrupción consistía en que en el parque de Intendencia, las compras que se tenían que hacer para el ejército: suministros, alimentos, ropa, incluso alimentación para los caballos, pues bueno, se falseaban los precios, se aumentaban y paralelamente las facturas. Toda esa ‘sisa’, digamos, se repartía mensualmente entre los oficiales y jefes del parque de Intendencia. Nada más y nada menos que 400.000 pesetas. El capitán que destapó el caso, conocido como el capital Jordán, se llevaba todos los meses entre 20.000 y 30.000 pesetas, teniendo en cuenta que su sueldo era de 500 pesetas mensuales. Se manejaban grandes cantidades de dinero y fue un suceso muy notable. El periodista que publicó el libro tuvo la valentía de hacerlo, teniendo en cuenta que hacía referencia a lo que sucedía en el ejército del norte de África”.
Finalmente, uno de los imputados se querelló contra el periodista López Rienda, y de los cinco mil ejemplares publicados la mayoría fueron requisados.
“Esa querella se alargó en el tiempo y el periodista acabó muriendo muy joven, convirtiéndose en un personaje muy interesante. En mi obra, me ocupo del tema de la corrupción, pero le dedico un apartado importante a la figura de López Rienda porque fue un gran cronista de la guerra de Marruecos, fue pionero en el cine colonial, autor de teatro, se casó en Larache y estaba muy vinculado a la sociedad cultural de Larache. Incluso era apreciado por parte del ejército. Hay que hacer ver que era un caso aislado dentro del ejército, dentro de éste también había conductas muy honestas y honrosas, pero como en todos los sectores hay garbanzos negros”.
En aquella época la libertad de prensa brillaba por su ausencia y cuando se destapó el escándalo, las noticias se publicaban a cuentagotas. Hubo un periódico que se hizo eco, en concreto el periodista Manuel Barreto que aprovechó este suceso para elevar la corrupción a otro nivel, haciendo ver que era una conducta generalizada y cebándose con el ejército”.
Carlos Sánchez Tárrago vivió la época más esplendorosa de Melilla y guarda un recuerdo magnífico de una gran desconocida en el resto de España: “la Melilla de ahora no tiene nada que ver con la de antes. Me gusta leer El Faro y ponerme al tanto de lo que sucede en la ciudad. Todo lo que ocurre allí, me interesa, pero son etapas muy distintas. No tiene nada que ver la década de los sesenta con una Melilla militarizada. La población civil era muy poca, y la población musulmana vivía un poco aislada, no separada. En muchos casos había convivencia, pero una convivencia muy puntual”.
Sánchez Tárrago también se prodiga en piropos hacia la ciudad que lo vio nacer: “es la segunda ciudad de España con más edificios modernistas y rincones que preciosos como la Plaza de España, el grandioso edificio de la Asamblea, el Parque Hernández… Melilla tiene un encanto especial”.
Evidentemente el cierre de la frontera también supuso un varapalo para la ciudad: “el paso de la frontera lo hemos hecho en muchísimas ocasiones y había que lograr una cooperación entre Melilla con Nador, por ejemplo, y en el caso de Ceuta con Tetuán. Habría que buscar fórmulas de cooperación que favoreciesen el intercambio y la economía entre ambos países, pero bueno últimamente los problemas con la frontera también son muchas veces de tipo político y hay otros intereses que priman y es una lástima”.
Sánchez Tárrago no oculta su deseo de poder presentar El millón de Larache en la Feria del Libro de Melilla: “me encantaría porque sería una manera de volver a mi niñez, y hace años que no voy. Cuando veo esas imágenes de una Melilla tan fantástica claro que me gustaría estar en la Feria del Libro porque, además, somos varios melillenses los que escribimos sobre la historia, tales como Antonio Rubio y tocamos temas relacionados con el protectorado en una época muy importante que Melilla vivió de manera especial”.
“Creo que es muy interesante que la gente conozca lo que fue aquello, no sólo la parte de la guerra. La presencia de España en Marruecos ha tenido, como todos los países esa convivencia, han sido muchos casos de cooperación y de conflictividad como ocurre entre vecinos, pero creo que hay que destacar lo bueno, hay que entender la historia para corregir esos errores, buscar esos puntos de acuerdo que son muchísimos e intentar a partir de ahí buscar los in intereses comunes, pero siempre desde el respeto de los dos países en igualdad de condiciones. Es importante que se incida en la convivencia que ha destacado siempre entre religiones y que siga existiendo. Lo que pasa es que la política degrada, no sigue el mismo ritmo que seguimos los pueblos, los vecinos dónde no hay conflictividad”.
Historia viva de Melilla, esperamos verlo pronto por aquí y conversar sobre el pasado y el futuro.