"Fue una sorpresa cuando me enteré por la prensa y me hizo mucha ilusión". Así responde Carlos Baeza, el gran artista melillense, poseedor de la Medalla de Oro de la Ciudad Autónoma, cuando se le pregunta por sus impresiones después de saber que la Once había elegido su diseño de la Plaza Menéndez Pelayo como imagen de Melilla en sus cupones. Y es que su trabajo siempre fue muy controvertido, como él mismo reconoce, desde que se implantó allá por los años noventa del siglo pasado.
Como él mismo explica, los "nostálgicos" no admitían un elemento moderno en una plaza céntrica que, por cierto, apenas si era una pequeña rotonda por la que circulaban los coches. "Querían volver a la plazas que había originariamente y que, en mi opinión, era anodina: era una simple rotonda y creo recordar que sin ningún elemento ornamental", comentó.
Precisamente por las muchas críticas que recibió por aquellos días es por lo que se siente ahora más orgulloso. "Me enorgullece que sean los foráneos los que se fijen en mi diseño", apuntó para señalar que se trata de una plaza que siempre trató de respetar el entorno modernista en el que se encuentra enclavada, en pleno corazón de la ciudad.
La Once no es la única que se ha fijado en la belleza del diseño y de su ejecución. Revistas especializadas en viajes o arquitectura también han alabado esta plaza, que, además, aparece en el reverso de la moneda de plata de cinco euros que se acuñó hace unos años. "Me llena de orgullo que se haya elegido para esa serie de cupones", apuntó tras confesar que, entre amigos, él la llama "mi plaza". "Cuando quedo con mis amigos les digo, nos vemos en mi plaza".
Cuando se le encargó el diseño de Menéndez Pelayo, Carlos Baeza tuvo muy claro que debía ser "muy respetuoso" con el entorno modernista. "No quería ninguna frivolidad que suelen cometer la mayoría de los diseñadores y de los arquitectos que quieren dejar una impronta, para mi gusto demasiado brutalista".
Muchos fueron los elementos que inspiraron a Baeza la plaza que todavía hoy disfrutan los melillenses. Entre ellos, la cerámica anaranjada de las cúpulas del edificio de la Reconquista, de Enrique Nieto. "Sobre todo al atardecer están preciosas, parecen como incendiadas, tienen un color anaranjado muy vivo y ese fue motivo de inspiración". No en vano, se utilizó azulejo para el revestimiento de los elementos centrales de Menéndez Pelayo.
"Me costó mucho encontrar un revestimiento que fuese natural, que no fuese demasiado artificial, y entonces vimos esta cerámica en barro cocido, que está hecha a mano y le daba cierta nobleza", explicó.
En cuanto al diseño general, distribuyó los tránsitos en cuatro partes. El gobierno de entonces solo le puso una condición: que dejara un vial libre desde la Iglesia del Sagrado Corazón para que pudieran salir los tronos. "Entonces yo le di forma de cruz. Eso fue otro motivo de inspiración para que también estuviera en consonancia con el edificio religioso".
El famosísimo arquitecto Gaudí también le prestó sus musas. "Gaudí también me inspiró con su obra en el Parque Güell por aquello del revestimiento cerámico. Quería igualmente que tuviera un aspecto como de jardín a lo babilónico. Le vas dando muchas vueltas, al final sintetizas y quedó lo que hoy día vemos".
No cree Carlos Baeza que a Menédez Pelayo le falte nada; más bien, entiende que le sobran algunas cosas cuya inclusión achaca a la juventud que entonces disfrutaba el artista. "Uno es muy recargado en esa época. Ahora, con el tiempo, yo la aligeraría un poco. Le quitaría las cuatro antorchas, que eran jardineras elevadas y que venían a representar los cuatro puntos cardinales de la plaza".
"Si me permitieran hacer una remodelación de la plaza, diría que le sobran esas antorchas o tanto diseño en la solería. Ahora buscaría un material más neutro, más noble, algún tipo de mármol. No le añadiría nada más aunque, eso sí, remozaría muchas de las piezas cerámicas que se han deteriorado con el tiempo y los actos vandálicos. La reconstruiría con el material original o muy similar, cosa que no se ha hecho", manifestó.
En su opinión, reponer sin usar el material adecuado resulta "una aberración", máxime cuando de lo que se ha tratado siempre con este diseño es que Melilla tuviera una plaza concebida como un ágora, un lugar de encuentro de la población, de descanso de las compras, de esparcimiento para que los niños jugaran. "Quería que fuera una plaza muy abierta y añadir cualquier elemento sería abigarrarla y creo que eso sería contraproducente".