En torno al Banco de Alimentos de Melilla se establece una gran cadena solidaria con punto de partida en los ciudadanos, que con su granito de arena contribuyen a mejorar la calidad de vida de los más desfavorecidos. También de aquellas empresas que, dentro de su obra social, contemplan la donación de parte de sus productos a entidades para cubrir necesidades básicas de las personas más necesitadas.
En la recogida, clasificación y distribución de estos alimentos juegan un papel fundamental los voluntarios. “Sin ellos nada de esto sería posible”, señala Carlos Galisteo, un voluntario veterano que se encargó ayer, en el segundo y último día de la Gran Recogida, de la logística durante el proceso de recolecta.
Clasificación
En total eran 89 que durante el viernes y el día de ayer han estado inmersos en la recogida de alimentos que se ha llevado a cabo en 13 medianas y grandes superficies comerciales de la ciudad. De estos 89, 11 trabajaron ayer a destajo, en la nave del Banco de Alimento, clasificando todos los productos y almacenándolos en cajas. Para descargar los alimentos del camión, los voluntarios formaron una cadena humana. Por sus manos pasaron botes de leche, paquetes de galletas, legumbres y botellas de aceite. Sin apenas mediar palabra y de forma mecánica almacenaron los productos en sus correspondientes cajas. “Es muy importante que clasifiquemos los productos conforme vayan llegando porque sino se nos acumulan y se forma el caos”, dice Galisteo.
“Nunca es suficiente”
A priori la nave donde se almacenaban todos los productos parecía que estaba repleta, pero Galisteo advierte que las donaciones nunca son suficientes. Teme que este año no puedan superar los 14.000 kilos que se habían planteado como reto. Y es que existe un defecto quizás más nocivo que el de la falta de solidaridad: el de la tendencia a acomodarse y a no ver más allá. Eso puede ocurrir justo ahora, cuando decenas de datos y cifras hablan de recuperación económica, pero miles de personas aún no saben cómo arreglárselas no ya sólo para llegar a fin de mes, sino para poder comer un plato caliente.
En Melilla, esta ‘cara B’ de la crisis se escribe en cifras: cerca de 5.000 personas siguen necesitando, según Galisteo, ayuda directa para alimentarse de alguna de las 12 asociaciones con las que trabaja el Banco de Alimentos. Por todos ellos sigue teniendo sentido, quizás más que nunca, citas como la de la Gran Recogida, que el viernes y ayer pusieron a prueba la capacidad de dar(se) de los melillenses.
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