Editorial

El arte de la provocación

Ortega Smith habló ayer en Melilla después de la negativa de la Delegación de Gobierno, con el aval de la Justicia, a que organizase un acto como protesta a las acciones de Marruecos contra la ciudades autónomas la semana pasada y anunció que el día 10 de junio volverá la ciudad para organizar otro evento.

Tras la visita de Santiago Abascal a Ceuta, donde calificó de “quintacolumnistas” de Marruecos a los musulmanes de la ciudad hermana, y los posteriores disturbios que provocaron sus declaraciones en la localidad caballa, el temor a que hechos similares se reprodujeran en nuestra ciudad obligó a las autoridades a prohibir el acto.

Los dirigentes de Vox deberían ser conscientes de que su discurso está fuera de lugar en Melilla y Ceuta. La convivencia en ambas ciudades es ejemplar y no se puede venir a insultar a una gran parte de la población sin esperar un rechazo frontal. O tal vez es lo que buscan. Vox vive muchas veces de la bronca y del enfrentamiento, y se desenvuelve bien en ese fango. La realidad es que el discurso de la formación durante estos últimos días está más enfocado a su parroquia en la península que a potenciales votantes de Ceuta y Melilla. Para la gran mayoría de los melillenses y ceutíes las afirmaciones de Abascal contra los musulmanes son auténticas ‘marcianadas’, no tienen nada que ver con la realidad de buena convivencia que viven día a día en sus ciudades. Pero eso a Abascal y los suyos poco les importa, han encontrado un filón que se les está permitiendo presentarse como víctimas. La prohibición de sus actos alimenta a Vox, le da presencia en los medios y los convierte en mártires frente a una supuesta censura del Gobierno. Además, la realidad es que Vox tiene derecho a organizar actos, como cualquier otro partido. Mientras la formación se mantenga dentro del marco constitucional, y hasta el momento es así, goza de la misma libertad que el resto. Guste más o guste menos lo que dicen, España es una democracia y las reglas de juego valen para todos.

Tampoco es adecuado que se organicen contra manifestaciones en el mismo lugar y a la misma hora que las de Vox. Lo más sano hubiera sido permitir a Ortega Smith organizar su numerito, al que no hubieran acudido una gran cantidad de personas, y en otro momento y en otro lugar organizar un acto de repulsa.

Se hubiera evitado magnificar un evento que no habría pasado de la anécdota y se ayudaría a rebajar el tono del debate político, que nunca debería llegar a la calle ni al nivel de lo visto en Ceuta la semana pasada.

Vox vive a gusto en la provocación, son sus armas y no son ilegales, es un error entrar en su juego, necesitamos una confrontación de ideas desde la mesura buscando un debate tranquilo que ayude a despolarizar nuestra sociedad.

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