Es una denuncia, advertencia o crítica que no debe pasar desapercibida. Ayer el director de la Oficina Central de Investigaciones Judiciales del país vecino, Abdelhak Jayam, cuestionó la seguridad en la frontera de Melilla.
El máximo responsable de ese organismo, inaugurado y presentado el pasado viernes como ‘el FBI marroquí’, afirma que han llegado armas y munición a su país “desde Melilla”. En concreto, se refirió a siete pistolas automáticas y 400 balas de diversos calibres. Además, por si fuera poco, Jayam explica que ese armamento fue incautado a nueve individuos que presuntamente integraban una rama local del llamado Estado Islámico.
Si son correctos todos estos datos facilitados ayer en rueda de prensa por el máximo responsable de esa nueva agencia marroquí, en este lado de la frontera es obligado empezar a pensar en las medidas necesarias para que algo así no vuelva a suceder. No puede ocurrir de nuevo y mucho menos ante las narices de los agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil sin que, supuestamente, éstos se den cuenta de lo que está sucediendo. Así lo dio a entender el propio Jayam cuando explicó que la operación contra los presuntos yihadistas llevada a cabo en su país se hizo sin intervención de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad españolas. No hubo apoyo “ni siquiera a nivel informativo”, se encargó de aclarar el jefe de la Oficina Central de Investigaciones Judiciales de Marruecos. Lo que da a entender que la Policía española no detectó la presencia de esas armas en Melilla ni su paso a través de la frontera. La otra opción, pensar que sí se percató de ello y no alertó al país vecino, sería aún más preocupante.
El delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, ha insistido reiteradamente que no se puede sacrificar la seguridad a cambio de hacer más fluido el tránsito de personas o mercancías por la frontera. Ése ha sido el mensaje que ha mantenido siempre a pesar de la presión ejercida por distintos colectivos. No tiene sentido defender una postura diferente, pero tampoco tiene sentido no contar con los recursos suficientes, tanto humanos como materiales, para llevar a la práctica este planteamiento.
Si el Gobierno español da credibilidad a las manifestaciones efectuadas ayer por Jayam, no hay duda de que es necesario ponerse cuanto antes manos a la obra. Hace falta determinar si están llegando sin control armamento y munición a Melilla o en qué momento se interrumpe la supervisión sobre el que viene por los conductos reglamentarios y legales. También es imprescindible conocer quién está favoreciendo este mercado negro. Y del mismo modo, hay que determinar cuál es el camino que realiza esta ‘mercancía’ en su paso desde Melilla a Marruecos. Este último aspecto resulta especialmente preocupante. Genera inquietud saber que en una ciudad ‘blindada’ como Melilla, con una frontera vigilada constantemente las 24 horas del día, con un férreo control en los accesos tanto por mar como por aire y unos pasos fronterizos supervisados por guardias civiles y policías nacionales, puedan entrar o salir (o ambas cosas) pistolas y munición sin que sean detectadas.Y que todo ello acabe en manos de supuestos yihadistas. Siempre, dando por ciertas las manifestaciones de Abdelhak Jayam.
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