El pasado 19 de abril escribía en esta misma columna: “Reconozco que sigo sin estar contento y un tanto escéptico de los resultados de la visita a Marruecos de nuestro presidente y de lo que nos transmitió en la rueda de prensa tras el “Iftar” al que fue invitado por el Rey Mohamed VI. Tenía muchas esperanzas. Ahora, tengo muchas dudas.” Pues bien, tras cuatro meses las dudas se van despejando y no -precisamente- para bien de los intereses de nuestra ciudad.
La apertura de la frontera con todo lo que quieran vendernos de las distintas fases ha sido y es decepcionante. Se justificó -por razones de seguridad en una primera etapa - la limitación de no dejar pasar más que a los transfronterizos con permiso en vigor (algo menos de 90), a los poseedores de visado Schengen y, lógicamente, a los ciudadanos comunitarios. Ya veremos cuándo llega la segunda fase y en qué consiste.
Las cifras oficiales hablan de que han pasado casi 450.000 personas -en ambos sentidos- en los tres primeros meses desde su reapertura y ahí deben de estar incluidas los 135.000 que han usado el puerto de Melilla en la OPE en la primera fase de la misma. El cálculo es fácil: en tres meses, descontando a los de la OPE han cruzado la frontera una media de unas 3.500 personas diarias -la mayoría de ida y vuelta- con lo que podemos estimar que solo algo más de 1.000 personas -la mayoría residentes en Melilla- han usado la frontera cada día para ir a ver a sus familiares o hacer las gestiones y las compras que le hayan apetecido y retornar a Melilla. Salvando este aspecto humanitario del reencuentro familiar, muchos nos preguntamos para qué ha servido la tan deseada y esperada reapertura de la frontera. Las largas colas y esperas que están soportando los melillenses que quieren entrar o salir de Marruecos no se recordaban más que en las épocas de la OPE de años previos al covid y con la masificación del comercio fronterizo, entre otras cosas, porque de cuatro pasos fronterizos solo está abierto uno y colapsado por los de la OPE. Se habla de seguridad, pero ¿dónde está la fluidez?
¿Dónde está “la plena normalización para el paso de personas y mercancías para Ceuta y Melilla” que consta en la Declaración conjunta de Rabat? La famosa frase de la todavía delegada del Gobierno en Ceuta sobre que “Marruecos no permite pasar ni un danone” sigue en vigor. Al igual que sigue en vigor desde el 1 de agosto de 2018 la orden unilateral por parte de Marruecos de no permitir las importaciones más que a través del puerto de Beni-Enzar lo que erróneamente se conoce como el “cierre de la aduana comercial”, lo cual no es así, pues hasta el bloqueo fronterizo total en marzo del 2020 se siguieron realizando exportaciones hacia Melilla a través del paso terrestre de BAB MELILLA. Nos llevan tomando el pelo cuatro años - los del otro lado y nuestro Gobierno- con la famosa comisión técnica que ahora se ha transformado en grupo de trabajo. El resultado es que no se ha avanzado nada y no se permiten expediciones comerciales documentadas aduaneramente ni en régimen de viajeros desde Melilla por parte de Marruecos. Y nadie ha protestado en Bruselas, según respuesta escrita del comisario de Vecindad y Ampliación de la Unión Europea, Olivér Várhelyi al eurodiputado español Jordi Cañas.
Ni el comercio de Melilla ni su hostelería -según sus representantes- han notado en sus negocios la reapertura de la frontera en las condiciones en las que se ha abierto. Visitantes con poder adquisitivo y visado Schengen procedentes del otro lado no han llegado. Y los pocos que llegan tienen dificultades para llevar a Marruecos sus compras por lo que no adquieren más que lo que se pueden llevar puesto encima y sin etiquetas. Lo de “ni un danone” lo aplican a rajatabla.
En cambio, los marroquíes de la “operación Marhaba” sí que se han beneficiado de la subvención que aporta España a las navieras españolas que cruzan el Estrecho con destino a Melilla y han reducido la posibilidad de que muchos melillenses puedan usar esos buques para ir o venir de la Península. Esos mismos transeúntes del puerto a la frontera no suelen consumir en nuestra ciudad más allá de unas botellas de agua o refrescos para aliviar la espera en las inmediaciones de la frontera. Nos gastamos un pastón en adecuar explanadas y dotar de servicios en los puertos españoles, en movilizar casi 16.000 agentes de la autoridad para controlar el paso de estos marroquíes por nuestro país y salvo las Autoridades Portuarias que pueden recuperar parte de la inversión por las tasas portuarias y las navieras que se garantizan casi el 100% de ocupación, la famosa OPE no trae más que inconvenientes a nuestra ciudad. Deberíamos plantearnos en el futuro el negarnos a que “su” operación Marhaba use nuestra ciudad como paso de los emigrantes marroquíes mientras Marruecos siga tratándonos a los melillenses de la forma que lo viene haciendo hace ya varios años. Me temo que me van a regañar en el Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria por proponerlo.
No es extraño, por tanto, que el Rey alauita haya mostrado “el aprecio por la posición clara y responsable de España, nuestra vecina” respecto al Sáhara. Supongo que nuestro presidente del Gobierno estará igual de “satisfecho” con la situación y del resultado de su decisión personal -no compartida ni aprobada por nadie- y de cómo se está desarrollando esta nueva etapa sin precedentes. Pues yo, en absoluto estoy satisfecho. Me siento engañado y no -precisamente- por el Rey marroquí.
Ahora ya solo nos falta por conocer algún día el famoso Plan Integral del Gobierno para el desarrollo y futuro de nuestra ciudad. Espero que no quede todo en el demandado incremento de los funcionarios públicos que se requieren en temas de seguridad, defensa, sanidad o educación, sino que hace falta poner medios (legislativos y presupuestarios) para que la inversión privada pueda desarrollar nuevas actividades y crear empleo en Melilla. De entrada, solucionando el grave problema del alto coste y calidad del transporte de personas y mercancías con algo más que el mejor contrato marítimo de la historia, las OSP para Málaga y Madrid, la bonificación al transporte de mercancías -y no en vigor aún tras cinco años de su inclusión en los PGE- y la inoperativa por sí sola -no nos olvidemos de las nubes bajas- de la aún no publicada subida de categoría a 3C de nuestro aeropuerto.
Resumiendo: ya se han despejado las dudas que tenía tras la visita relámpago de nuestro todavía presidente del Gobierno tras entregar la cuchara a nuestro amigable vecino del sur. Ojalá que algún día me tenga que desdecir de lo que opino y, aunque dudo de que tenga que hacerlo, lo haré con la mejor de mis sonrisas.