E L GOBIERNO central confirmó ayer que la frontera con Marruecos permanecerá cerrada, al menos hasta agosto. Los pasos fronterizos de Melilla y Ceuta no se abrirán mientras el país vecino no haga lo propio y los trabajadores transfronterizos tampoco podrán cruzarlos.
Continua así la agonía de decenas de personas que se han quedado tiradas a ambos lados de la frontera, sin poder regresar a sus casas desde que comenzó la alerta sanitaria por coronavirus.
La situación es particularmente sangrante para los ciudadanos marroquíes, a los que su propio país cerró la puerta sin previo aviso y de los que se ha desentendido. Nada nuevo por otra parte, ya conocemos que el país vecino no es conocido por prestar atención a aquellos que desde su territorio llegan a nuestra ciudad.
Además, la incapacidad de los trabajadores fronterizos para cruzar la frontera está generando verdaderos dramas humanos a este lado y al otro de la valla. La situación para muchas familias en la zona de Nador se ha vuelto insostenible, han perdido su fuente de ingresos y no reciben ayudas que lo supla.
Aquí, estas personas se han quedado abandonadas y en algunos casos a merced de empresarios sin escrúpulos como los dos hosteleros que fueron detenidos el pasado viernes por presunta explotación laboral.
Rabat si permitió la repatriación de parte de los marroquíes que se encontraban en Melilla pero nada más, el resto, probablemente los que no figuraban en la lista por no ser suficientemente importantes para las autoridades de Marruecos, siguen aquí, sufriendo a un Gobierno que les ha dado la espalda.