Tres trabajadoras explican a través de El Faro las consecuencias que tendrá en sus vidas y en las de los melillenses los planes de la empresa de reducir la plantilla del aeropuerto. “El objetivo de AENA no es ahorrar. Quiere pagar con los trabajadores el déficit que han creado ellos mismos por su mala gestión. La culpa no la tenemos nosotros”, asegura una de las trabajadoras del aeropuerto de Melilla que ve peligrar su puesto de trabajo, tras conocer los planes de la empresa de reducir más del 60% la plantilla. El pesimismo se respira en cada rincón del aeródromo melillense pues todos los trabajadores, un total de 40 melillenses, sienten la espada de Damocles sobrevolando por encima de sus cabezas. La incertidumbre y la angustia es lo único que ven cuando miran a su futuro más inmediato. Más allá del “daño moral” que los planes de AENA está infringiendo en sus vidas, los empleados del aeropuerto melillense quieren hacer ver a los propios ciudadanos que la reducción de la plantilla echará por tierra “todo lo que esta ciudad ha luchado por conseguir unos transportes dignos”.
Beatriz Quintero lleva más de diez años trabajando para AENA. Consiguió su plaza fija tras opositar en tres ocasiones. Su labor se centra en la asistencia al pasajero en las dependencias del aeropuerto. La empresa plantea para este servicio una reducción del 100%. “Me siento engañada, traicionada y estafada por el Estado porque fue el Estado el que sacó a concurso esta plaza y ahora me dicen que no les valgo”, lamenta Quintero.
“Nos dicen que un traslado es el mal menor, pero para mí y para mis compañeros significa perderlo todo. Somos melillenses, tenemos a nuestra familia aquí. Mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis amigos, todo. Si me voy de la ciudad voy a perder la casa porque tal y como están las cosas la tendría que malvender”, continúa Quintero.
El ‘asalto’ a Imbroda
Ella, junto a Mª Carmen de Gracia y Laila Hamed, acudieron hace algunas semanas al Palacio de la Asamblea y ‘asaltaron’ al propio presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, para que les escuchara. El mandatario melillense así lo hizo, en medio de la celebración de un Pleno de Control, y por ello, estas tres mujeres le están agradecidas. Se comprometieron con Imbroda a enviarle un informe sobre el impacto que tendría los planes de AENA de reducir la plantilla y así lo han hecho.
Confían con ello que el Gobierno de la Ciudad Autónoma presione en Madrid a la empresa y al Ministerio de Fomento para “salvar”, literalmente, a 23 familias melillenses de ver sus proyectos de vida destruidos.
Mª Carmen de Gracia lleva más de 20 años trabajando en el aeropuerto de Melilla. Hasta 2007 ha sido la ATS del aeropuerto y, entonces, le instaron a estudiar un máster para conservar su puesto de trabajo como técnico en Prevención de Riesgos Laborales.
“El déficit de la empresa no es culpa de los trabajadores, es culpa de la mala gestión que han hecho sus responsables”, insiste. Las “malas” inversiones han provocado que Melilla entre en el saco de los aeropuertos en los que hay que reducir plantilla, según AENA, mientras esta empleada se pregunta por qué “si se ha hecho una mala inversión no persiguen a los responsables y les piden explicaciones”.
Una de esas “malas” inversiones fue el proyecto de ampliación de la terminal de pasajeros. Concretamente, se refiere a los aseos que se construyeron en primera instancia y que, en menos de un año, tuvieron que ser reformados “completamente”, porque no estaban adaptados a Personas con Movilidad Reducida (PMR). “Tanto ingeniero, tanto aparejador, que se supone que son personas cualificadas, y no tienen en cuenta la legislación vigente”, apostilló.
El caso de Laila Hamed no es menos grave. Es administrativo y en su departamento se prevee una reducción de ocho a dos personas. “Nos destruyen la vida porque tenemos nuestro presente y futuro invertido aquí”, asegura. Hamed ni siquiera se plantea la idea de un traslado a otra ciudad, teniendo en cuenta, como el caso del resto de sus compañeros, que su pareja tiene un trabajo fijo en la ciudad, una hipoteca que pagar y cuatro niños aún muy pequeños. “No somos números somos personas”, insiste.
Problemas de seguridad
Las protestas de los trabajadores el pasado 18 de julio insistieron en que la reducción de la plantilla del aeropuerto provocaría una merma en la calidad de la prestación de los servicios, pero también en la seguridad. “A AENA parece no importarle la calidad de los servicios, pero a los melillenses seguro que sí. Y si nos ponemos a cuestionar los niveles de seguridad seguramente los ciudadanos no estén de acuerdo porque Melilla ya tiene experiencia en accidentes”, comentan estas trabajadoras.
Beatriz, Mª Carmen y Laila aseguran que el aeropuerto de Melilla es “nuestra segunda casa” y, como tal, “la cuidamos”. “Los trabajadores nos ayudamos entre nosotros, ya hacemos más funciones de las que nos corresponden, contribuimos a un ahorro real para la empresa, si vemos una luz encendida, la apagamos y reciclamos el papel”, comenta De Gracia.