¿Quién te ha puesto, así, de perfil, Cautivo de Melilla? ¿Quién puso tu rostro de miel pura, Tus manos que sana nuestras llagas, tu pelo de endrina, tus labios enmorecidos, tus ojos que apartan la mirada de los nuevos fariseos, mirando al suelo de nuestras conciencias? ¿Quién te vio así, Señor de la tarde amerada, de naranjas agrias, la tarde, en fin del Jueves Santo de Melilla?
¿Quién te vislumbró, en tu paso, bajando la cuesta del Auxilio, del Auxilio Social, que se troca en divino Auxilio de antes y de ahora, muchedumbre de gentes de tu barrio que se convierte en Melilla toda, procesión inacabada de plegarias, de rezos y esperanzas camino de dar la libertad al enclaustrado?
¿Qué dicen las luces amarillas de tu Iglesia? ¿A qué interrogantes apunta la espadaña, humilde y tan domestica?
¿A qué montes de fe, preceden la cordillera morada del capirote antiguo de los nazarenos? Cordillera que suben las mujeres pidiendo, los hombres mudos, con el brillo de azogue en su mirada, azogue de altas emociones, azogue de pedir respuestas a sus dudas. certeza a sus viejas creencias, zarandeadas por el viento bárbaro y nuevo, que sopla en cada esquina de las almas, que a todos nos zarandea y a todos nos deja un regusto amargo de fiebre no curada.
¿Quién te ha puesto así, Cautivo de Melilla? ¿Quién puede imaginar siquiera, tanta humilde majestad que espanta a Reyes y poderes de la tierra?
¿Quién corrió a mirarte esperanzado, esperando certezas en sus dudas, esperando bálsamo en el alma, alivio en la pena vieja que corroe los entresijos que solo Tú y yo sabemos?
Estamos esperando las campanas que llamen al arrebato y al remolino alborotado y compacto de tantas y tantas gentes que
Te acompañan los antiguos y nuevos jueves santos, de abuelos con bastón, con niños en sus cochecitos llevados por sus madres, de recién nacidos a quien llevan a tus plantas y las de tu madre.
Estás de perfil, mas es un perfil valiente, adelantado para recibir nuestros pecados y trocarlos en la gracia pura por el arrepentimiento.
Tus ojos, Señor, que siempre miran aunque pasemos de largo a tu paso, aunque solo dejamos la moneda fría que nos justifica, o mejor pensamos que con ellas nos hemos justificado.
Te vamos encontrando Señor, en esos rostros que esperan cada Semana Santa por los patios de La Gota de Leche. Ellos también son cuerpos maltratados que quieren Rocío y esperanzas nuevas.
También allí estás Tú, perfil que sana y manos que acogen y ojos de consuelo.
Te pusieron de perfil y frente a frente está la pena embridada de Tu Madre, sus labios entreabiertos, el llanto reprimido, la pena negra, convertida en blanco de novia de esperanzas, que siempre van detrás de Ti los jueves santos, atravesando las mismas muchedumbres, las mismas piedras del camino largo, los mismos trechos en busca de certezas, los mismos pasos para dar consuelo, las mismas bendiciones, la misma fortaleza que Te da su rostro peregrino y Nazareno.
Alba claridad en la alta noche del mundo y de las almas.
Rocío que conforta, Rocío que calma, Rocío que enjuga nuestros llantos nuevos, el llanto del gris de cada día, el llanto por aquellos que se fueron, el llanto por tanta frustraciones y por tantas esperanzas que ya huyeron por el sumidero sin retorno de la vida.
Te pusieron ‘Señora de Melilla’, frente a frente a Tu Hijo, que va yerto y que sin embargo es mástil para agarrar las dudas y los sufrimientos.
¡Blanca novia que impartes esperanzas! ¡Clavel blanco! ¡Blańca rosa, reina del palio transparente y nuevo! Te han puesto de nuevo frente a Tu divino Hijo, al Cautivo que libera a quien está preso!
Sí. Eres reina con un manto blanco, con mantilla y corona, con blondas y encajes, con el rizo breve de tu pañuelo blanco, también de espumas nacaradas los rosarios que en tus manos tiemblan, de esperanzas y rezos repetidos.
Te han puesto de perfil, mirando al Hijo. Te quiero así, blanco alamar desde el manto hasta la trasera del palio. ¡Que nadie sea como los nuevos fariseos que discuten las medidas y las pajas en los ojos de otros, sin que sean capaces de arrancar las vigas de sus ojos yertos!
Te quiero, así de blanco, con el manto albo de dulce Rocío nuevo, frente a frente a Tu Hijo, para que nos conforte ante tanta pena nueva.
Que nadie diga nada de tu manto blanco, ¡que somos muchos los que buscamos consuelo en él!
La muchedumbre que acompaña a Cristo va corriendo sin dejarlo solo, al viento, al viento de la tarde de Melilla, que se va cubriendo poco a poco de negro.
Queda la certeza en el Cautivo, en el que ofrece sus ojos al suelo, el que anda y anda por entre las gentes que buscan siempre consuelo y más consuelo.
Hemos llegado a la vera del templo. Que resuenen campanas de gloria. Te han puesto de perfil, Señor del barrio todo. ¡Perfil frente a Tu Madre y frente a todos!
El cartel nos dice alborozado que son 70 años que contemplas la vida nazarena por las calles de mi ciudad amada.
¡Gracias Señor por dejarme este momento!
¡Gracias Señor, por dejarme decir lo que ya he dicho!
¡Gracias Cautivo misericordioso, por cuidarnos a todos los que buscamos Auxilio a tus plantas!
Y gracias, Cautivo de mi vida y esperanza, por permitir que desde hace 36 años, casi casi, la mitad de mi vida, tuve la dicha, el honor, la gloria y la alegría, de despertarme bajo el cielo azul inmenso de la tierra bendita de Melilla!