Melilla va camino de triplicar el número de plazas en guarderías públicas. Será una realidad en abril del año que viene, cuando la ciudad inaugure un centro de educación infantil anexo a la Gota de Leche con capacidad para 135 niños. En total, las familias melillenses dispondrán para entonces de 600 plazas para escolarizar a sus hijos de cero a tres años. Preguntes donde preguntes, en España siempre han faltado guarderías públicas. Los políticos lo saben y por eso ningún partido olvida incluirlas en su programa electoral. Pero con el tiempo, las promesas se las lleva el viento o la crisis, que no es lo mismo pero es igual, y acaban las legislaturas con compromisos de más y guarderías de menos. Melilla ha conseguido avanzar en este terreno y tocamos madera. Detrás de una plaza de una escuela infantil pública hay una oportunidad de trabajo para una mujer, un desahogo para las familias que no pueden permitirse los precios de las guarderías privadas y también, por qué no, los primeros pasos en la educación de unos niños que, según un informe del Consejo Escolar del Estado, no dejan ni la enseñanza pública de la ciudad ni su calidad muy bien paradas. Promover escuelas públicas y defender su naturaleza es apostar por la educación que pagamos todos. Pero con esto pasa como con la ‘coa’, o cambiamos la mentalidad y nos subimos a él por el bien del medio ambiente y de nuestro bolsillo o en lugar del transporte público terminamos teniendo un transporte estigmatizado, el de los que no tienen otra opción para moverse. Y eso no es de recibo en los tiempos que corren. Como tampoco es de recibo que entre la enseñanza pública y la privada de Melilla haya un abismo infranqueable de castas sociales. Así no se construye una sociedad más justa.