Otra vez la fortuna estuvo del lado de los policías españoles durante el lanzamiento de piedras ayer contra el puesto fronterizo de Beni Enzar. Tampoco anoche hubo que lamentar daños personales graves tras este nuevo episodio protagonizado por el habitual grupo de alborotadores del otro lado de la frontera. Por suerte el agente antidisturbios que recibió un botellazo en la cabeza se había puesto el casco al ver aproximarse a los provocadores. Según testigos de los hechos, el golpe sólo le dejó algo aturdido, pero no revistió mayor gravedad.
También fue afortunada la niña que cruzaba la frontera con su padre y vio cómo una de las piedras caía a su lado. Igualmente agradecido tiene que estar el conductor cuyo vehículo recibió el impacto de uno de los objetos lanzados por los agitadores ya que la carrocería evitó que el golpe le alcanzara en el cuerpo.
Ayer no hubo que lamentar daños personales a pesar de que el responsable español del puesto fronterizo decidió mantener abierta la frontera durante la ‘lluvia’ de piedras y seguir con el paso de personas y vehículos.
Pero no podemos confiar en disfrutar siempre de la misma suerte. Desgraciadamente, las leyes de la estadística garantizan que un día lamentaremos algún hecho muy grave, si no somos capaces de poner fin a estas agresiones. Debemos obligar a Marruecos a comprender que las relaciones entre dos países ‘amigos’ hace imposible que uno de ellos acoja y dé cobijo a los ‘enemigos’ del otro. Tenemos que forzar a nuestros vecinos a que arresten, juzguen e impongan una condena justa a individuos que están poniendo en peligro la armonía entre los dos países y en riesgo la integridad física de los ciudadanos de ambos lados de la frontera.
Ayer los policías marroquíes actuaron con mayor prontitud que el pasado 27 de octubre; quizás sólo sea el primer paso. Hoy tendremos oportunidad de verlo si los alboratadores vuelven a la frontera y cumplen con su amenaza de llevar a cabo un nuevo apedreamiento. Si es así, será evidente el desprecio de las autoridades marroquíes hacia los policías nacionales y los melillenses deberemos preguntarnos si nuestros políticos no se habrán equivocado al elegir a sus amistades.