Lo ha dicho él solito porque no le ha perdido la cara al toro. Antonio Jesús Criado Luque ‘El Goy’ no da por terminada su carrera taurina aunque tenga que limitarse a “torear lo que se pueda”, pero no hay quien le quite la ilusión por debutar con caballos y, quién sabe, tomar la alternativa. No es fácil el toreo, ya lo dice un experto y aficionado como él solo, don Luis Camargo, residente en Palomares del Río pero nacido y ensolerado en Melilla: “El toro es una carrera de fondo”. Y tan de fondo, de fondos diríamos nosotros desde el balcón de la modestia.
Conserva en su casa del barrio del Real y en algunas dependencias de la Mezquita del Toreo sus trastos, sus fotografías, sus mejores momentos…y eso es muy difícil de aparcar para siempre por muchas que sean las dificultades. Él está preparado para la ‘carrera de fondo’ que define ‘El salmonete’ porque sabe que lo único que le separa del mundo del novillerismo en activo es la cuestión económica, no la afición. Por eso se va a torear ‘lo que se pueda’ pero se va a torear. Antonio es torero desde que tenía dos años. Su padre, Román, le contagió la afición, a la vez heredada de su progenitor.
El año 2012 viene cargado de ilusiones. Antoñito no es un descerebrado y se prepara para diferentes alternativas laborales porque la cosa del trabajo está cada día más difícil. Mientras tanto echa una mano a la familia, mano que nunca viene mal pero jamás pierde de vista el ambiente taurino porque está envenenado del Arte de Cúchares.
Sigue atentamente la evolución de su amigo y compañero Adolfo Ramos a quien vimos a principios de mes en Melilla más alto, delgado, como siempre, y bastante mejorado de su tratamiento de tranquilidad y sosiego en la capital de la Costa del Sol. “Estoy mejor y pensando qué hacer con mi carrera taurina”. El Goy sólo tiene palabras de cariño y ánimo para Adolfo: “es amigo, ha demostrado que torea con gusto y elegancia y tiene que seguir dando alegrías a los aficionados melillenses”.
Él también quiere poner boca abajo la Mezquita del Toreo. Está mentalmente preparado y dispuesto a invertir en paciencia y en esperanza, la esperanza de que su padre y mozo de espadas le vuelva a ajustar los machos la próxima vez que se vista de luces, tras darle un severo masaje en sus vértebras. Esos momentos, amigo torero, llegarán, seguro.