Sebastián Sánchez tiene una bonita historia que contar. Nacido en la provincia de Córdoba, estudió Pedagogía en la Universidad de Valencia y llegó a Melilla en octubre de 1974, hace algo más de 50 años. Tenía que hacer el servicio militar obligatorio y, con la ayuda de un inspector de Educación llamado Manuel Torremocha, entró a dar clase en la Escuela de Magisterio. Él ya se había dado cuenta, mientras hacía la carrera, de que le interesaba más la formación de profesores, y de maestros especialmente, que la pedagogía en sí misma.
Fue Torremocha quien habló con el coronel para solicitarle el permiso para Sánchez y a los diez días aproximadamente el capitán Manuel Espinosa -a quien Sánchez está tremenddamente agradecido- le dijo que se le iba a conceder un pase especial para dar clase.
Desde octubre de ese año hasta que se jubiló, en octubre de 2023 –salvo dos paréntesis-, estuvo dando clases en la Escuela de Magisterio, en la Escuela Universitaria de Formación de Profesorado, en la Escuela Universitaria de Magisterio y, después, en la Facultad de Educación de la Universidad de Granada (UGR) en Melilla.
Los dos paréntesis que Sánchez permaneció fuera de la ciudad estuvo en Granada, primero, haciendo un curso porque necesitaban doctores, y luego en Sevilla, adonde Cándida Martínez (entonces consejera de Educación de la Junta de Andalucía con Manuel Chaves de presidente) se lo llevó para ocupar una de las direcciones generales. Este último episodio, aunque a Sánchez le costó dar el paso, le fortaleció en la formación de profesores y le permitió ver cómo es la política educativa desde dentro, así como mejorar su docencia y sus investigaciones. De los 12 directores generales, la mitad (incluyéndolo a él) no estaba afiliado a ningún partido, cosa que “hoy en día sería impensable”, asume.
El caso es que, a día de hoy, se trata del único catedrático que ha producido la universidad en Melilla, en su caso en Didáctica y Organización Escolar, departamento donde Sánchez ha estado adscrito desde los años 80.
Fue, en concreto, en la pasada década cuando este profesor vio clara su intención de sacarse una cátedra y le llevó su tiempo. Hay que tener en cuenta que, desde la penúltima reforma universitaria –llevada a cabo durante la presidencia del Gobierno de José María Aznar y con Pilar del Castillo como ministra-, se exige una habilitación o una acreditación nacional que concede la Agencia Nacional de Evaluación y Calificación (Aneca). Además, aunque él la obtuvo en 2012, no se pudo presentar al examen hasta 2015, porque, según cuenta, todavía se sufrían las consecuencias de la crisis económica que comenzó en 2008.
Tomó posesión de su cátedra en 2016 y, actualmente, sigue ostentando el “honor” de ser el único catedrático de universidad en Melilla. Para ello, además de tener un curriculum de investigador ya bastante amplio, acumuló otros méritos, como ser el único delegado del rector con rango de vicerrector entre 2008 y 2015.
Puede parecer extraño que no haya más catedráticos que él en Melilla, pero, tal como explica Sánchez, además de las intrínsecas dificultades que cualquiera se puede encontrar para llegar al puesto, la Escuela de Magisterio no se transformó en Facultad de Educación hasta comienzos de siglo.
En cualquier caso, es posible que ese “honor” para él de ser el único catedrático de Melilla se acabe pronto, ya que, según cuenta, hay ya varios profesores acreditados, algunos de ellos en la Facultad de Educación. Solamente falta por saber cuándo realizarán el examen.