Sí, no es broma, si cualquiera sube a los recintos históricos y pregunta por el alcalde, te mandan al Faro para que preguntes por José Antonio Vallés, el jefe, además, de la Fundación Melilla Ciudad Monumental, algo que nació con poca sustancia específica y que hoy es vital para comprender el buen funcionamiento -y estado de presentación- de la primera Melilla. En verdad, eso de ‘alcalde del Pueblo’ se lo puso el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, en una de sus visitas a las murallas.
Vallés tiene un objetivo claro: convertir a Melilla en Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Depende de la UNESCO y de un sinfín de comisiones informativas y valorativas. No es moco de pavo. Vaya, es muy difícil. El presidente de la Fundación persigue este objetivo pero sin ningún tipo de obsesión, con método y recursos para terminar consiguiéndolo. Vallés es tan perseverante que consiguió dar una corrida de toros en el patio de la cárcel de Carabanchel, en su época de funcionario de Prisiones. O sea, hablamos de un tipo que analiza en profundidad sus propósitos y estudia su viabilidad.
No nos engañemos. Como Melilla la Vieja hay muchísimos recintos tanto en la cuenca mediterránea –toda, no sólo la española- como en la atlántica portuguesa y no digamos en el cono sur americano. Es decir, el equipo de José Antonio tiene que aderezar la oferta melillense con algún que otro argumento que se salga materialmente de las murallas del Pueblo. Lo ha encontrado: las características de los melillenses descendientes de aquella primera flotilla de la Casa Ducal de Medina Sidonia y de los que, por una razón u otra, también desembarcaron para quedarse en el litoral de Melilla.
Corren unos tiempos convulsos entre etnias, culturas y religiones hasta en la España peninsular, no digamos en otros rincones del orbe. Sin embargo aquí estamos y convivimos gentes distintas unidas por una única ciudadanía de la que solemos presumir. Este es el argumento ad hoc. Somos ciudad histórica, conservamos bien el patrimonio histórico y somos ecuménicos en lo social de manera que el modelo melillense sería hasta exportable. Y eso también lo debe tener en cuenta la UNESCO, ¿no?.
Vallés recoge adhesiones nacionales e internacionales que apunta en su libro secreto y que sustancian el dossier de Melilla Patrimonio de la Humanidad, pero además organiza proyectos que dan vida a los recintos históricos –Mercado Medieval, con casi 50.000 visitas anuales-, arregla las casas de los vecinos de Melilla la Vieja. O sea que quiere el galardón internacional pero lo quiere con método, sin prisas. No ha hecho falta renovarlo tras las Elecciones Locales, se queda por una cuestión de lógica.