Todo el mundo le conoce en éste y otro confín. Es el tío de la bicicleta de las pinturas, las banderas, la música, unas veces flamenco, otras la animosa marcha de ‘labuyá’, las bocinas. Bueno, es Diego de ‘Cai’, el lotero más conocido en Málaga y en Melilla, aunque ya no venda lotería, tiene trabajo en una empresa de limpieza que actúa con diligencia en una zona ciertamente nada fácil, la frontera de Beni-Enzar. Pero es el ciclista con mejor humor del mundo, tanto que se ríe de sí mismo y no conoce complejos. Cuando vendía lotería de la caridad o nacional, si tenía que cantar, cantaba y, si hace falta un bailecito frente a la Dársena de Pescadores, pues se lo pega y él mismo pone la música, es un artista como casi todos los gaditanos porque se ha medio criado en Málaga pero le parieron en la Tacita de Plata.
Diego dice -y lo dice de corazón- que “en Melilla hay mucho racista”. No sé, yo creo que cada día menos, pero él está convencido porque le han afeado el tener relaciones con una musulmana, con la que se siente en la gloria de Dios o de Alá, o de los juntos de la mano. El pollo lleva una hilera de banderas en el morro de su archiconocida bicicleta. Están las banderas de Cádiz, Melilla, Marruecos y la Unión Europea pero preside, como es lógico, la de España porque Diego es “muy español, hasta la última gota de mi sangre”.
No conoce en su rostro un gesto que no sea una sonrisa abierta para todos y para todas, sobre todo para todas porque don Diego de ‘Cai’ es un conquistador nato. “He tenido muchas novias, bueno creo que todas son novias mías”. Tiene guasa el gachó. No extraña esta rara habilidad para tener tantas novias porque tiene salida para todo. El salpicadero de su bicicleta está plagado de bocinas, que suenan alegres con su ‘mec mec’ cuando se acerca a un grupo de chavales, que celebran la estampa, o a una reunión de señoras que lo celebran de la misma forma, con sorpresa y alegría. Por eso liga el tramposo.
Diríamos que él solo es una procesión de alegría, constituye una de esas estampas que se echan de menos en esta vida tan estúpida llena de problemas. Y la música, siempre la música, de todos los estilos y etnias. Qué personaje. Tiene un cacharro de esos chicos con altavoces. Dice que el banderín de Marruecos le ha sido robado en algunas ocasiones, que a la gente no le gusta pero presume de ser amigo de Marruecos. “Es un gran país con grandísimas personas”. Su ecuanimidad es sublime y hasta convence, aunque supongo que, por su carácter, es amigo del mundo entero sin distinción de culturas o razas. Y lo pasa estupendísimamente a todas horas del día. Olé mi Diego.