El asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA en 1997 supuso, en su momento, una auténtica conmoción en toda España. El 10 de julio de ese año, cuando llevaba apenas dos años como concejal en Ermua, fue secuestrado por tres miembros de la banda terrorista que exigieron, a cambio de su liberación y bajo la amenaza de asesinarlo si no se cumplían sus peticiones, el acercamiento de todos los presos de la organización a las cárceles del País Vasco.
El país en bloque se echó a las calles en lo que fueron las mayores manifestaciones contra ETA en toda la historia de España. En total, se calcula que 2,5 millones de personas participaron en esas protestas en ciudades del País Vasco como Bilbao, San Sebastián o Vitoria y en la mayor parte de capitales de provincia del resto del país. Había nacido el que fue conocido como espíritu de Ermua y el movimiento Manos Blancas, que concitaron una fuerte solidaridad en el país hacia lo que estaba sucediendo en el País Vasco al tiempo que un claro rechazo a la forma de proceder de los terroristas.
De hecho, probablemente ninguna otra manifestación en España ha sido tan multitudinaria y colectiva como lo fueron aquellas, ni siquiera cuando, allá por 2004, se protestó en muchas poblaciones contra la entrada de España en la guerra de Iraq a raíz de aquel encuentro de José María Aznar, George W. Bush y Tony Blair en las islas Azores.
El Gobierno de aquel entonces, que ya estaba comandado por José María Aznar, del Partido Popular (PP), no cedió al chantaje de la banda terrorista y ETA cumplió su amenaza cuando ejecutó al concejal un par de días más tarde.
Aquel episodio supuso una enorme conmoción a nivel nacional que, a día de hoy, todavía no se ha olvidado pese a que han pasado ya casi 30 años de aquello.
Y está bien que así sea, y es de justicia que esta humilde tierra llamada Melilla contribuya con su pequeño homenaje con una placa en el pasadizo Comandante Emperador, junto al Casino Militar. No importa que ya haya transcurrido todo este tiempo y ni siquiera que ETA haya desaparecido, derrotada por la democracia, que le ganó este combate. Es una prueba más de que la lucha y la muerte de Miguel Ángel Blanco no fueron en vano.