Por fin la normalidad ha llegado al engranaje de la nueva Asamblea de Melilla y sus órganos de poder. Aún tienen que constituirse las nuevas comisiones informativas, cauces de participación de la oposición en las áreas de Gobierno. También deben nombrarse los nuevos consejos de administración de las distintas sociedades públicas. Pero a pesar de ello ya hemos logrado superar un trecho de actos institucionales e imprescindibles que, con un mes de retraso, han podido llegar a buen puerto.
El nuevo Gobierno local ha reducido escasamente los cargos del Ejecutivo conforme ya existían en el organigrama anterior. Las áreas de gestión ya están muy definidas y necesitan de responsables políticos que deben seguir contribuyendo a la expansión de una institución llamada a fortalecerse en su expresión como ente autonómico singular pero crucial a su vez para afianzar nuestro status jurídico como ciudad española.
Los principales retos llegan a partir de ahora y son muy ambiciosos, porque con un sentido realista el presidente Imbroda ha señalado la necesidad prioritaria de luchar contra el extremo paro que sufre la ciudad y los graves desequilibrios sociales que se hacen más visibles en los distritos poblacionales más deprimidos.
Estamos prácticamente en tiempo de vacaciones, el calor hace que cualquier tarea se vuelva más difícil y costosa, pero es preciso afrontar el mucho trabajo por delante. Nuestro deseo no es otro que el nuevo Gobierno triunfe, porque su triunfo será un éxito para Melilla. Esperemos que así sea.