Los grandes partidos se han volcado de lleno en la precampaña electoral que, en esta ocasión, está siendo bastante atípica. La intensa actividad de PP y PSOE contrasta con el sosiego y hasta cautela de otras fuerzas políticas que no aspiran a ganar las elecciones con mayoría ni absoluta ni suficiente sino a ser determinantes a la hora de formar coaliciones.
Esta semana hemos tenido en Melilla la visita del portavoz del PSOE, Patxi López, y del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Ambos han venido a movilizar a sus respectivos electorados y, en el fondo, por qué no, a dejar constancia de que nuestra ciudad también cuenta pese a que aquí no se han hecho grandes promesas que inclinen el voto de los indecisos. Han ido a lo seguro.
Tras comprobar lo cuesta arriba que se hace sacar adelante leyes en un Parlamento muy fraccionado, las elecciones autonómicas del 28 de mayo se plantean como el primer examen antes de las Generales. El poderío territorial de azules y rojos dará pistas del Gobierno que puede formarse en este país para gobernar la próxima legislatura.
A pie de calle sorprende comprobar que los jóvenes de Melilla no saben quién es Feijóo o quién es Patxi López. Y eso debería preocupar a los partidos políticos porque significa que no están llegando a un sector clave de la población, con muchas elecciones por delante.
En política local, hemos leído, con sorpresa, la regañina gratuita que el presidente Eduardo de Castro le ha echado públicamente a su vicepresidenta, Gloria Rojas, a la que ha afeado que lleve en el programa electoral del PSOE la oficina antifraude y anticorrupción aprobada en 2021 y que no se pudo poner en marcha porque ella, como consejera de Presidencia y Administraciones Públicas, no la dotó de personal, siempre según la versión de De Castro.
El ataque gratuito de un presidente que no se presenta a las elecciones no tiene otra lectura que un mea culpa en toda regla. De Castro ha venido a certificar de manera inconsciente, como bien ha apuntado el diputado socialista Mohamed Mohand, la debilidad de su Presidencia durante estos cuatro años, hasta el punto de ser incapaz de hacer cumplir los acuerdos del Consejo de Gobierno.
El problema principal no es que Gloria Rojas no haya dotado de personal la Oficina Anticorrupción, ni que nos revenda una iniciativa ya aprobada sino que los melillenses tengamos el segundo presidente autonómico que más cobra en este país, y que sin rubor alguno reconozca públicamente que no ha tenido poder decisión en estos cuatro años. Nos ha confirmado que su cargo ha sido fuego fatuo.