La Consejería de Medio Ambiente ha anunciado este jueves que cambiará 26.000 contadores de agua en la ciudad con el ánimo de modernizar los existentes y con los ojos puestos en detectar anomalías en el consumo, bien sea por un gasto excesivo o porque hay fugas.
La propuesta aprobada en el Pleno este jueves costará 1,5 millones de euros y se pondrá en marcha a finales de abril.
Al margen de la discusión, siempre saludable, sobre si debería modernizarse, además de los contadores de agua, en primer lugar el reglamento municipal que data de los años 80, lo importante es que empezamos a dar pasos hacia una mayor eficiencia en el consumo de agua. No podemos olvidar que se trata de ahorrar un elemento natural, cuya producción nos sale muy cara y es muy contaminante porque, básicamente, esta ciudad solo se abastece de la desaladora.
En Melilla, a día de hoy, la ciudadanía no controla lo que gasta de agua y las estadísticas son claras: nuestro consumo está muy por encima de la media nacional. Hay comunidades autónomas en las que el recibo de agua es muchas veces superior al de la luz y allí la gente está familiarizada con el uso de dosificadores en los grifos; con el riego de parques y jardines con agua de la depuradora o con cambiar las bañeras por platos de ducha.
No hablamos de subir precios en Melilla, pero sí de trabajar más la concienciación ciudadana porque gastamos más de lo que podemos permitirnos. Estando como estamos en África, no somos conscientes de que pertenecemos a un continente asolado por la sequía. Razón más que suficiente para darnos por enterados de que la desertificación avanza y tarde o temprano llegará a Melilla.
En nuestras manos está conseguir frenar el avance del desierto. Eso se consigue sembrando más árboles a nivel municipal, pero los grandes cambios no los hace un ayuntamiento. Los hace la ciudadanía. Si cada uno de nosotros recorta su consumo de agua, no tendríamos que ampliar la depuradora.
La solución pasa por el compromiso de todos en hacer de Melilla una ciudad más sostenible.