El líder de Coalición por Melilla, Mustafa Aberchán, ha decidido llevar la protesta por la dilación en la reapertura de la aduana de Melilla al Congreso de los Diputados el próximo miércoles 22 de marzo.
La concentración coincidirá con el debate de la moción de censura que Vox ha presentado a Pedro Sánchez, con el economista Ramón Tamames como candidato independiente, para pedir el adelanto a mayo de las elecciones generales.
Las cámaras y micrófonos de la prensa española estarán ese día en el Congreso de los Diputados por lo que previsiblemente la manifestación de los 25 de Melilla podría convertirse en la anécdota de la jornada y conseguir su minuto de gloria en los telediarios nacionales.
Ha andado rápido Aberchán a la hora de elegir el día en que se plantará en Madrid con el apoyo de la patronal melillense y los empresarios de la frontera (Acesemel) que reclaman que se reabra ya la aduana comercial de Melilla para acabar con el corralito a las exportaciones desde y hacia la ciudad.
La iniciativa de CpM busca situar en la agenda nacional un problema que es nacional en sí mismo, pero que por nuestra lejanía de Madrid es tratado como algo menor. Y no lo es. No se puede normalizar que Marruecos obstaculice el intercambio comercial con una ciudad española.
No se entiende que ahora que las relaciones con Rabat parecen reconducirse hasta el punto de que Mohamed VI ya ha anunciado que se suma a la candidatura de España y Portugal al Mundial de 2030, nadie pregunte a nuestro vecino por qué no reabre la aduana de Melilla, que cerró unilateralmente en el verano de 2018.
Estamos a punto de celebrar el primer año de la reconciliación hispano-marroquí, pero aún estamos lejos de decir que la declaración conjunta del 7 de abril de 2022 o la Reunión de Alto Nivel del 1 y 2 de febrero de este año han sido buenas para Melilla.
Para ser exactos, han sido buenas para las familias melillenses y marroquíes que han vuelto a retomar el contacto por la frontera, pero no se ha notado, absolutamente en la economía local. Hoy, de hecho, somos el territorio español más azotado por la inflación. Nuestra economía renquea y sentimos más que nadie el encarecimiento de los combustibles y las materias primas.
Tampoco les va mejor del otro lado sin nosotros. Quizás por eso el Gobierno marroquí, como medida para aplacar el descontento popular, ha dejado de sellar pasaportes a su gente.
A nosotros, la rebaja de la llegada de migrantes no nos compensa el cierre de la aduana. Hay que pelear por reabrirla.