Las últimas lluvias han vuelto a obrar el milagro en la playa de la Hípica, cubriendo la arena como cada año por estas fechas de flores autóctonas azules y blancas de la especie Cakile maritima.
Las plantas autóctonas como la Cakile superan todas las barreras que impiden a cualquier otra crecer aquí, como la falta de nutrientes de la arena o el viento salado, y llenan de belleza y de vida esta playa y de paso estabilizando la arena para evitar que la arrastre el viento y alimentando a las muchas abejas que se observan entre las flores.
Lo más probable es que nada de esto sea tenido en cuenta, por desgracia, y pronto toda esta belleza será "limpiada" por orden de personas que nunca han salido de su piscina para pisar la playa.
Las mismas personas que han ordenado "limpiar" las "malas hierbas" y dejar el suelo yermo bajo los eucaliptos del Fuerte Camellos.
Más pronto que tarde se tiene que acabar con este disparate de arrasar con las plantas autóctonas mientras proliferan las basuras y escombros por toda la periferia; no es ninguna profecía, es que la lógica acaba siempre por imponerse, como ya se está imponiendo en otras muchas ciudades, donde se deja que crezcan las plantas en los alcorques de los árboles urbanos.
Desde aquí lanzamos una propuesta a la administración: cerrar un espacio alrededor de las tres palmeras que hay en el centro de la playa y permitir que al menos en ese reducido espacio esta vegetación haga su función vital y sirva para conocer mejor nuestro patrimonio natural. Saben que para estas tareas tienen siempre la mano tendida de Guelaya.
Ya está el ecologismo de chapa y pintura, figurar y hacerse una foto para que vean lo guay que son. Las flores solo las ven en su propio culito.