José María Barranco (Melilla, 1932) muestra una lucidez impresionante a sus 90 años de edad. En todo este tiempo, su vida ha dado bastantes vueltas. Lo operaron de la próstata el pasado día 21 de noviembre en el Hospital Comarcal.
-Por lo que veo, la operación salió bien…
-Sí, y además fueron muy cariñosos. Querría agradecer su trato a todo el personal. El médico se llamaba Mohamed. Lo que no sé es el apellido. Pero era muy apañado. Mi agradecimiento dice: “Al Hospital Comarcal de Melilla. Mis agradecimientos al doctor Mohamed y equipo por su sensibilidad y empatía. Mención: doctor Arjona”.
-Usted está jubilado, claro…
-¿Que si estoy jubilado? (Se ríe) ¡Estoy vivo después de lo que me han echado y de todo lo que he padecido!
-Son 90 años…
-He estado de funcionario en Marruecos durante la independencia. Con 18 años, era funcionario de la granja agrícola, o el servicio agrícola, de la zona del Protectorado. Yo entré en mayo de 1958, me parece, a trabajar con el ingeniero Rafael Contreras, que fue un hombre extraordinario.
-¿Y luego?
-Cuando se dio la independencia, contraté con Marruecos, fui allí, me integré y me aceptaron. Me mandaron a Rabat.
-¿Cuánto tiempo estuvo allí?
-Me mandaron con el delegado de ministros en 1970, después de la independencia. Al ver la máquina de trabajo y cómo progresaba, al final me mandaron con él. Estaba el Rey, el ministro, el delegado y yo. Antes de que naciera mi hijo Bruno, en octubre de 1970, pedí la baja.
-Cuénteme algo de su labor.
-Yo, en un principio, detenía fondos del Gobierno, así que los marroquíes me decían “donde vayas tú, estamos contentos”, y no me daban la mutación aunque me iba a casar. Al final, me tuve que casar.
-¿Cuánto tiempo estuvo allí entonces?
-Con ellos, desde 1958 hasta 1970.
-¿Qué hizo al volver a Melilla?
-Buscarme la vida. No tenía enchufe. El que me enchufó y me dio el espaldarazo con 18 años fue Contreras, y ya ahí me lancé. Yo era una persona que sabía lo que tenía que hacer y por eso me daban trabajo.
-Siga contando…
-Mi hermano tenía una empresa en Málaga. Él era ingeniero técnico. Acostumbrado a tener una buena paga en Marruecos, me daban 10.000 pesetas. Mi hermano tenía un ático, dormía allí y usaba las 10.000 pesetas para comer. Entonces le dije a mi hermano (que era el técnico, y luego había otro que era el que tenía los medios económicos) que me iba, porque quería que me aumentara el sueldo. Me preguntó cuánto quería cobrar y le dije que mínimo 20.000 pesetas en el año setenta y tantos, porque en mi casa estaban pasando hambre y yo también, por lo que mejor era pasar hambre juntos.
-¿Qué sucedió entonces?
-Volví de Málaga en 1974, me parece. Mi primo tenía una tienda en la calle General Pareja y otra en la calle García Cabrelles y me sugirió que me fuera con él a aprender de sastre. Me metí allí y luego me busqué la vida en el comercio, con representaciones de todo. Me metí en farmacia.
-¿Cómo fue eso?
-Mi hermano trabajaba el gas y la electricidad en Málaga y le hicimos la instalación de gas a una empresa y fui yo quien hizo toda la cuestión comercial. Alguien me dijo que había perdido el tiempo que había estado trabajando en una empresa y otra y que había nacido para el comercio. Me dio la representación de sus productos. Empecé comprándole productos de los que se fabricaban, me metía en las farmacias y en todas las tiendas donde podían entrar los productos que se fabricaban, hasta que alguien me dio una orientación del mueble y me dediqué a ello. Ya compraba camiones de muebles y tresillos y se los vendía para sus tiendas. Así, ellos sólo tenían el problema de buscar los clientes.
-¿Cuándo se jubiló?
-En 2012, porque, con la crisis económica, era ruinoso todo. Trabajaba también en Málaga y Almería, y tengo que decir que los mejores productos eran los míos: primeras líneas de escaparate. Pero las fábricas se vinieron abajo y la gente no pagaba.
-O sea, que su vida ha transcurrido entre Marruecos, Melilla, Málaga y Almería…
-Eso es. Pero lo que sí quiero es que dejes claro el agradecimiento.