El próximo viernes, a las 12:30 horas se va a desarrollar una conferencia con el título de 'Europa ante el futuro de Ceuta y Melilla".
La charla promete ser interesante porque, entre otros, estará el eurodiputado Jordi Cañas, vicepresidente del grupo Renew Europe, uno de los más activos en los últimos meses en la defensa de los intereses de las dos ciudades autónomas españolas ante Bruselas.
Cañas es el impulsor del informe presentado el pasado mes de junio en el Parlamento Europeo sobre las fórmulas para conseguir que melillenses y ceutíes se aproximen más a Europa, partiendo de tres ejes concretos: acabar con la excepcionalidad de Schengen, entrar en la Unión Aduanera y obtener el estatus de regiones ultraperiféricas, que tienen grandes beneficios en cuanto a inversiones.
Aunque en aquella presentación estuvieron presentes representantes del Gobierno local no se puede decir que Melilla se haya tomado en serio las recomendaciones hechas por los expertos de la consultora Ernst&Young en el citado informe.
El Plan Estratégico Integral presentado en octubre pasado por la ministra de Política Territorial, Isabel Rodríguez, tampoco toma nota de esas recomendaciones. No hay una sola referencia en ese documento relacionada con una mayor incorporación de Melilla en la Unión Europea. Se habla de inversiones, sobre todo en cuestiones de educación y sanidad, pero se echa en falta una línea estratégica para impulsar un nuevo modelo económico para el futuro de los melillenses.
Ninguno de los planes de futuro de la ciudad habla de una mayor vocación europea de Melilla que pueda interpretarse como alternativa a la situación económica actual. Todos reconocen que nuestro modelo económico está absolutamente agotado pero nadie pone dinero sobre la mesa para solucionarlo.
Los dos Planes Estratégicos aprobados, el de la Ciudad y el del Gobierno central, aunque voluntariosos, no se dirigen a la raíz del problema y es que se necesita cambiar el modelo económico como agua de mayo y a la mayor brevedad posible.
Los comercios están en una situación agónica y seguir mirando a Marruecos, en estos momentos tal y como están las relaciones bilaterales entre Madrid y Rabat, es darse contra un muro: no hay régimen de viajeros ni hay indicios de que pueda llegar a haberlo en el corto plazo.
Por no haber no hay ni una certeza real de que la apertura de la aduana comercial, prevista para enero próximo, suponga realmente un alivio a la situación de asfixia que atraviesa la ciudad.