La ansiedad económica que está importunando el aire que respiramos nos conduce inevitablemente a encontrar salidas. En ellas, el suficiente abastecimiento de gas, la crisis energética y la inflación, el control de los conflictos y los intereses políticos, los procesos electorales y el ajuste de sus resultados, etc., requieren llegar hasta donde están los ciudadanos, la gente. A sabiendas de que cualquier encuentro es defectuoso, de que los dirigentes políticos y económicos se atavían ideológicamente de imperfecciones y de que la sociedad en general está crispada.
El paso del tiempo interviene también en todo este proceso. Como lo ha sido en el relato del Procés y del Brexit. En el primero, un 52% está en contra de la independencia frente a un 41% a favor, según el Centro de Estudios de Opinión de la Generalidad en este verano. Y, además, el Govern liberado de Junts y de su opción unilateral y polémica de secesión, tiene la mano tendida del PSC, ganador de las elecciones, para avanzar en el futuro: la despolitización de la dividida sociedad catalana, de los mossos, del español como la lengua más habitual, etc.
En contraste, el Brexit ha supuesto el regreso a un pasado que ya no existe y por consiguiente un enfrentamiento con el futuro. Viaje anacrónico que también realiza el Kremlin, pero con una dimensión destructiva. Y viaje mágico desprendido de la realidad, que ha descontrolado una economía y ha hecho fracasar a cuatro premieres: Cameron, May, Johnson y Truss. Seis años de vida y divorcio donde no hay nada que celebrar, ni por el Reino Unido ni por la UE.
En su demoledor viaje, el Kremlin está aguantando su propio temor, el de su propia debilidad. La debilidad de su narrativa, rechazada mayoritariamente en el seno de la ONU; la de su economía, resintiéndose en un 4%; la de su agresión, evocando a su arsenal nuclear. Desconectada de esta evocación y de la guerra en Ucrania, pero teniendo su efecto disuasorio, la OTAN comenzó el pasado 17 de octubre, y durante 15 días, sus rutinarios ejercicios nucleares de entrenamiento en Bélgica, llamados Steadfast Noon. Y se espera que Rusia también realice, ya por segunda vez este año, sus simulacros nucleares, llamados Grom, a final de octubre. Todo un escenario para imaginar sus catastróficas consecuencias en una escalada bélica.
Frente a todo este paisaje, al ciudadano, a la gente, nos queda el calendario electoral, tanto en Rusia como en occidente, con el cultivo de sus resultados. Suecia acaba de instalar su propio gobierno conservador en minoría con el apoyo externo de los ultras demócratas. Meloni, nueva primera ministra de Italia, niega cualquier conexión con el fascismo, y participa en el acto Viva 22 organizado por Vox el segundo fin de semana de octubre, en el que por videoconferencia también han participado Trump y Orbán. Un Orbán cuya Hungría ha sido declarada recientemente por el Parlamento Europeo como una democracia no completa. Y en todo este laboreo, tenemos también a Erdogan, presidente de Turquía, con unas duras elecciones en el próximo año, beneficiándose de las sanciones contra Rusia en el comercio y la movilización, pero en buenas relaciones con Putin y por ello buscando beneficiarse en el suministro de gas.
En nuestro país, los nuevos Presupuestos Generales del Estado para el próximo año, electoral, pueden ser un botón de muestra. Las siete enmiendas a su totalidad presentadas no van a impedir su aprobación. Sin embargo, sí que ha sido práctico el uso de la Cámara del Senado para integrar el debate entre Sánchez y Feijoo, aunque este último los llame “hipotecas generales del Estado”. Para las que AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) propone la cláusula de escape o de revisión de la senda establecida.
La línea del debate y el encuentro nos beneficia a todos y en particular a la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el Tribunal Constitucional (TC).