Previamente al comienzo del recién iniciado período de sesiones de las Cortes Generales, Alberto Núñez Feijóo, líder del principal partido de la oposición, el Partido Popular, sugería la conveniencia de sostener un debate con el presidente del Gobierno, en el Senado, a fin de analizar los retos a los que se enfrentaba la economía española en el momento actual, tanto desde el punto de vista energético como de los desafíos que plantea el sostenido nivel de la inflación en nuestro país.
Al tiempo que esto sucedía, el presidente del Gobierno mantenía una reunión en Alemania con el canciller alemán, Olaf Scholz, que había invitado a nuestro presidente a asistir a uno de sus Consejos de Ministros y tratar, entre otros, el asunto del eventual desabastecimiento de gas ruso al comienzo del otoño y la manera de paliar sus negativos efectos, muy importantes para Alemania.
Como quiera que, durante el curso de esta reunión, el canciller alemán mostrase su interés por el posible abastecimiento alternativo de gas a su país desde el nuestro, mediante la construcción de un conducto de gas entre España y Francia a través de los Pirineos y alabase la denominada excepción ibérica de tope temporal a los costes energéticos, el presidente del Gobierno vio la ocasión de poder exhibir esos dos puntos de interés de Alemania, sobre nuestras posibles aportaciones, como un logro significativo de su acción política y aceptar el debate que inicialmente no había considerado oportuno atender en el Senado. En un ejercicio de frivolidad pueril, al ministro Bolaños le faltó tiempo para venirse arriba y proclamar que esta aceptación del debate por parte del presidente, había producido “sudores fríos” en Génova. Por fin a su “campeón” se le aparecía la posibilidad de propinar un severo revolcón dialéctico a su molesto opositor político y de esta manera tan exultante lo celebraba el ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática.
Como si de una campaña de propaganda bien orquestada se tratase, hasta tres ministras del Gobierno, Rodríguez, Alegría y Morant, se despachaban el mismo día, aunque en lugares distintos, contra el líder de la oposición, vertiendo descalificaciones sobre todas sus propuestas como desconocedoras de la realidad europea y las decisiones que nuestros socios están adoptando.
Lamentablemente para ellas, un solo día después de estas descalificaciones, previamente al esperado debate, el presidente del Gobierno anunciaba la inmediata implantación de una reducción del IVA aplicado al gas desde el 21% al 5%, tal y como, aparentemente de manera “descabellada”, venía planteando el líder de la oposición desde el mes de abril. Durante el debate citado, el presidente anunciaría la implantación de otra de las “descabelladas” propuestas del líder de la oposición, la ampliación de los topes al precio del gas para el sector de la cogeneración, medida lógicamente celebrada por dicho sector.
Por si ello fuera poco, a los pocos días de las descalificaciones de las ministras e igualmente con carácter previo al debate, la Unión Europea descartaba generalizar, por insostenible, la denominada excepción ibérica a los estados miembros y el proyecto de abastecimiento de gas desde España a través de Francia lo dejaba circunscrito a un ámbito bilateral entre ambos países, sin cambios en la negativa postura francesa al respecto. El presidente Macron afirma que no es necesario ampliar la capacidad de comunicación actual en ese sentido pues la existente, a decir de él, está infrautilizada.
Daba la impresión de que los celebrados y presuntos “sudores fríos” provocados en Génova por la decisión del presidente de aceptar el debate en el Senado, debate que, por otra parte, debería formar parte del devenir natural de la actuación política, iban desapareciendo, razón por la cual, tanto el ministro como las ministras, observaron unos días de discreto silencio mediático.
No ocurría lo mismo con la ex ministra del gobierno de España en la época de Zapatero, María Antonia Trujillo, que, en el curso de una conferencia sobre relaciones hispano marroquíes en Tetuán, se despachó, tres días antes del debate, con la reflexión de que, a su entender, la soberanía española sobre las ciudades de Ceuta y Melilla constituye “una afrenta para la integridad territorial de Marruecos y son vestigios del pasado que interfieren en sus relaciones con España”, desencadenando el consiguiente y lógico revuelo.
Y es que cuando los socialistas no se encuentran rodeados de sus abultados negociados de propaganda, se expresan como realmente piensan, dando lugar a estos deslices tan sonados. Si no, recuerden como el candidato Sánchez, que, según la ex ministra Calvo, no era la misma persona que el presidente Sánchez, afirmaba que uno de los ministerios de los que prescindiría sería el de Defensa. Después, el presidente Sánchez, que no el candidato, no sólo no prescindió de este esencial ministerio, sino que tuvo la dudosa destreza de crear el Gobierno con más ministerios del período democrático.
Todo esto sin mencionar los aparentemente inmotivados traslados de presos de la banda terrorista ETA, con importantes delitos de sangre, a las cárceles del País Vasco, o las cómicas audiencias ciudadanas del presidente en el Palacio de la Moncloa, semejantes a las que dispensa el Papa a los fieles, que para eso son fieles, en la Santa Sede, o la comparecencia del ministro Albares en el Congreso, pidiendo colaboración a la oposición para la celebración de la próxima presidencia de turno española del Consejo europeo en el segundo semestre de 2023, solamente un día antes de que el presidente negase toda posibilidad de colaboración con la oposición.
Sería preferible que, en lugar de diseñar campañas propagandísticas e idear titulares de prensa, aparentemente ingeniosos, los miembros del Gobierno se afanasen en adoptar decisiones eficaces y en resolver los problemas reales de los ciudadanos para que no sean éstos los que, finalmente, tengan que experimentar, ellos sí, estremecedores “sudores fríos”.