La iglesia del Sagrado Corazón se llenó de fieles dispuestos a rendir tributo, como cada 8 de septiembre, a la Virgen de la Victoria, patrona coronada y alcaldesa perpetua de Melilla.
La misa fue oficiada por el vicario de Melilla, Eduardo Resa, quien felicitó en su homilía tanto a la Reina Madre como a los melillenses y habló del origen de esta devoción hacia ella, que se remonta al año 1575, aproximadamente, cuando ya había datada una ermita en El Pueblo en su honor.
Es patrona de la ciudad desde el 3 de febrero de 1756, aunque “de forma extraoficial”, dijo, ya lo era desde 1631, cuando se produjo un intento de robar la talla. Fue coronada canónicamente el 13 de junio de 1948, por lo que el próximo año se cumplirá el 75 aniversario de la efeméride. Además, el pleno de la Asamblea la proclamó, en 1998, coincidiendo con el quincuagésimo aniversario de su coronación, alcaldesa perpetua honoraria de la ciudad. Por lo tanto, la historia de Melilla está estrechamente ligada a esta devoción, resaltó Resa.
Tras pedir a la Virgen que este encuentro con ella “trascienda la dimensión estética” de la obra de arte, así como los aspectos “sentimentales, folclóricos y costumbristas”, el vicario recordó que la Virgen está “presente” en el día a dia de la gente y que es ella precisamente, la que dio vida a Jesús, quien nos lleva a Él.
“Compartimos gozos y esperanzas, tristezas y angustias, sobre todo de los pobres y de los que sufren”, prosiguió Resa. A partir de aquí, el vicario se detuvo a nombrar todas las “preocupaciones” que acechan a la humanidad hoy en día: la sequía, las restricciones energéticas, la pandemia y sus secuelas, la cronificación de la pobreza, el paro juvenil, el drama de la inmigración, la guerra de Ucrania, la situación en Nicaragua y de tantos cristianos perseguidos y, en definitiva, la creciente rivalidad estratégtica de las grandes potencias mundiales que, al final, acaban perjudicando a los más débiles.
Para contraponer esto, Resa ofreció la evangelización, que es, según aseveró, “el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada persona”. En este sentido, el vicario episcopal hizo alusión a que, aunque hay muchas personas que “viven con intensidad” su fe en Cristo, “encontramos también cada vez a más hombres que no se lo plantean”. Por ello, “ante la bendita imagen de la Virgen”, le pidió ayuda para descubrir “puntos de encuentro con los hermanos no creyentes, alejados o indiferentes”. No en vano, añadió, en todas las culturas encontramos preguntas sobre la identidad propia, el origen y el final de la vida, el mal y la muerte o el más allá.
Resa definió a Dios como “la verdad, el amor y el bien”, de modo que quien busca estas cualidades está “muy próximo” a Él. En este sentido, el vicario cree que es necesario “ser ocasión de encuentro con Cristo” con aquellas personas con quienes nos cruzamos. Por fortuna, puntualizó, “no estamos solos”, ya que la Virgen acompaña los pasos del hombre y “es la estrella de la evangelización en estos tiempos tan difíciles como llenos de esperanza”. “Que ella nos conceda a cada uno de nosotros ser fieles al compromiso de su Hijo Jesús”, le solicitó a la patrona, antes de desear un gran día a todos los presentes y, en modo saludo franciscano, “paz y bien”.
A continuación, el presidente de la Ciudad Autónoma, Eduardo de Castro, realizó el ofrecimiento de la ciudad de Melilla a la Virgen de la Victoria, patrona colorada de la ciudad. En ese momento, y tras recordar a las víctimas que ha dejado el covid-19, ciudadanos que siempre quedarán en “las memorias y los corazones” de las personas, rogó a la Madre “protección y amparo” para todos los ciudadanos y que ilumine al mundo para comprender que la unión entre las personas diferentes es el camino que debemos encontrar como seres humanos. Tras él, cabe resaltar que se realizaron multitud de ofrendas a la Virgen, entre ellas por De Castro, Moh, la Casa de Ceuta en Melilla, la Casa de Aragón o la comunidad hindú.
Poco antes del término de la ceremonia, los allí presentes realizaron el juramento de devoción a la Virgen.
A la salida, el presidente de la Ciudad, Eduardo de Castro, mostró su deseo de que “todos vayamos a una, nos olvidemos de aquello que nos puede separar y apostemos por una Melilla de todos por encima de cualquier otra consideración”. Así, pidió “unión y dejar aparte esas costumbres que tienen algunos de desprestigiar, insultar y menospreciar al prójimo”, tal como se hace en el interior de la iglesia, “cuando somos tan devotos”, para “comportarnos así en el resto de nuestra vida privada y social”. Por último, en la que prevé que habrá sido la última vez que celebre este acto como presidente de la Ciudad Autónoma, De Castro aseguró que, para él, había sido “un honor y un orgullo representar a todos los melillenses, sin distinción de ningún tipo”.
Por su parte, el ex presidente del Gobierno local Juan José Imbroda hizo un llamamiento para respetar y fomentar todas las tradiciones y consideró el acto como “una fiesta muy solemne de eucaristía”, que lo “llena de satisfacción” como melillense, todos a los cuales quiso felicitar.