SI algo hay algo que realmente preocupa al común de los mortales, es como llegar a fin de mes y no morir en el intento (metafóricamente hablando claro está). Aspirar a tener un puesto de trabajo real, y digo lo de real para así descartar aquellos puestos de trabajo de corta duración, como bien podrían ser los concedidos mediante los planes de empleo, por poner un ejemplo más cercano a los melillenses, se presenta como una meta nada fácil de alcanzar. Si ya a nivel nacional hablamos de estas dificultades, no se nos puede escapar que a nivel local no estamos mucho mejor. No es esto una opinión ni tampoco una crítica, sino una realidad palpable y conocida por todos. Informes sobre el tema en cuestión realizados en los últimos años, nos sitúan junto a Ceuta entre las ciudades a nivel estatal con una tasa de paro considerablemente elevada. Más llamativo es el dato cuando comparamos también la tasa de actividad que tenemos, que es una de las mayores de España. Esta tasa hace referencia a la población en edad de trabajo independientemente de si trabajan o no. Es decir que siendo una de las regiones con más recursos humanos para una posible actividad laboral, es justamente esa cifra la que nos hace tener a su vez ese nivel tan alto de desempleo. Hablamos principalmente del sector de la construcción y el sector servicios que es algo más amplio. Ya que Melilla carece de tejido industrial, agricultura y pesca, estos sectores antes mencionados, construcción y servicios, se convierten en el principal generador de empleo.
De entre muchos de los escritos que podemos encontrar referentes a leyes monetarias y de carácter financiero de uno de los filósofos más prominentes de la Edad Media, Maimónides, podemos encontrar uno que hace especial mención a la caridad. Dice que esta, la caridad, es una de las formas de hacer justicia social con los más desfavorecidos. Asevera que existen varios grados de caridad, y para resumir mucho, centra toda su atención en priorizar y defender una caridad la cual dignifique a quien la recibe. Sabido es que quien por desgracia se ve obligado a recibir caridad, sea del tipo que sea, esto hace pasar vergüenza y un mal estar muy grande a su receptor, lo que se conoce como “el pan de la vergüenza”. Por ello él dice que el nivel más alto de hacer caridad es convirtiendo ésta en justicia social de forma que quien la de, no sienta que le regala nada a nadie, y que quien la reciba, no perciba vergüenza alguna porque la considere fruto de su esfuerzo. ¿A qué tipo de “caridad” en su nivel más alto se refería Maimónides? Muy sencillo, al trabajo. Pero ¿Acaso alguien podría considerar el trabajo como caridad? ¿Alguien podría pensar que el empresario que contrata a un trabajador le está dando o está haciendo un acto caritativo? Por supuesto que no. Pues según Maimónides, esta es la forma más sublime de hacer justicia social. La creación de empleo ha sido siempre la clave y la forma de medir la salud económica de un país. Evidentemente que luego entran en juego las partes que velan porque esos puestos de trabajo reúnan las condiciones de dignidad y seguridad que permitan que quienes lo desempeñen lo hagan con todas las garantías posibles. La creación de empleo estable y duradero siempre es una asignatura que todos los gobiernos desean aprobar, para ello es importante hacer que las partes implicadas, patronal y sindicatos estén en buena sintonía. No sólo basta con fomentar la creación de empleo, ni siquiera bastaría con incluso crear esos puestos ya que muchos de los que se crean hoy día y debido a los altibajos del mercado laboral son los mal llamados “trabajos de la pobreza” los cuales crean la figura de los "trabajadores pobres". Trabajos que hacen que quienes los desempeñan no puedan completar el mes con sus sueldos y muchos de ellos pueden pensar incluso que quizás optando a ciertas ayudas sociales no estén mucho peor que trabajando. Las ayudas sociales como tal, pueden y deben ser como una especie de flotador económico el cual ayude en un momento puntual de aprieto a quien así lo necesite. El problema está cuando este tipo de ayudas puntuales se convierten en un objetivo para el receptor, haciendo de esta ayuda una especie de “salario” fijo. Escuché una vez en una conferencia sobre liderazgo empresarial y management, que para preparar a las nuevas generaciones y enfrentarlas al mundo laboral, cada vez más competitivo, debemos proceder con estos nuevos candidatos a ingresar al mundo laboral como con un niño al cual se le enseña a montar en bicicleta. Primeramente se le coloca en la parte de atrás, de la bicicleta, dos pequeñas ruedas las cuales ayudarán al iniciado a mantener el equilibrio. Pasado un tiempo, se procede a quitar una de las ruedas, haciendo que el esfuerzo por mantener el equilibrio sea mayor pero con la ventaja de que ya se siente algo más seguro de sí mismo. Hasta que por fin llega el día en que esa pequeña rueda trasera es suprimida también haciendo que el manejo de la bicicleta y el equilibrio sobre esta dependa única y exclusivamente del ciclista, ya sin soportes externos, él debido a su aprendizaje demuestra ahora valerse por sí mismo. Pues bien, el Profesor Edelstein concluye de la siguiente manera su magistral exposición diciendo que todas las ayudas sociales e incentivos extras que pueda una sociedad, a través de sus gobernantes recibir, deben tener como único objetivo el ayudar a aprender a valerse por sí mismos y convertirse en generadores propios de su sustento y mantenimiento económico. Las ayudas deben ser como esas pequeñas ruedas que no pueden permanecer siempre, pues eso haría que el ciclista jamás aprendiera a manejar realmente. Si España es uno de los países más importantes en cuanto a generar riqueza debido a la gran capacidad de atender la oferta turística que tiene, la pregunta que me surge es ¿Por qué entonces tenemos un índice tan alto en tasa de desempleo en comparación con otros países sin tanto atractivo turístico? Tendríamos que fijarnos en países como por ejemplo Brasil, Grecia o quizás Sudáfrica para ver unas tasas tan o más altas de desempleo que las de España. Crear empleo que dure semanas o meses como máximo no es conducir sin las ruedas de apoyo traseras. Es una espiral viciada y una falsa ilusión. Eso evidentemente que no es crear empleo estable. Alemania o Reino Unido entre otros sí podríamos ponerlos como ejemplos de creadores de empleo estable viendo sus tasas de desempleo y atendiendo al detalle de cuantos, en nuestro caso, españoles se marchan a esos destinos precisamente en busca de esos tan deseados puestos de trabajo imposibles de encontrar en España. Seguramente que algo no estaremos haciendo bien y evidentemente que esto no es un problema nuevo, lamentablemente. Cuando una situación es repetitiva en el tiempo, tiende a normalizarse. Esta situación no podemos aceptarla como normal, puesto que no es una utopía el revertirla. Países con mucha menos historia que la nuestra y más jóvenes en cuanto a su creación, han podido consolidarse y hacerse un hueco entre las economías más fuertes del mundo. Se han asegurado un puesto privilegiado con respecto a las tecnológicas, por ejemplo. La agricultura y la pesca las han reflotado convirtiéndose en grandes exportadores de sus productos. Por consiguiente, no hablamos de una utopía, de algo inalcanzable, simplemente de análisis profundo y cambio direccional de estrategia en algunos aspectos. Escuchemos pues, fijémonos en aquellas políticas exitosas implantadas en otros países y traslademos en la medida de nuestras posibilidades reales y según nuestras particularidades esas políticas para poder situarnos dentro de ese ranking en una buena posición tan merecida y deseada por todos.