El Consejo de Gobierno de Melilla aprobó este viernes establecer una partida presupuestaria de 8 millones de euros para ayudas a las empresas que tuvieron pérdidas en estos años.
Y, además, se relajan los requisitos al tratarse de recursos económicos propios y, por lo tanto, no acogidos a lo establecido por el Ejecutivo central, que ponía como condición haber tenido déficits de, al menos, el 30% de la facturación.
La consejera de Hacienda, Dunia Almansouri, ha dejado claro en su comparecencia que las ayudas melillenses van a ser más flexibles y que pueden ir a empresas cuyas pérdidas hayan sido inferiores a ese 30% mínimo del que hablamos.
Se trata de rescatar a pequeñas empresas y autónomos que se han quedado atrás y que necesitan ese salvavidas que ahora les ofrece la Ciudad Autónoma para sobrevivir.
En principio, parece que el Gobierno ha tomado una buena medida de apoyo al sector empresarial de la ciudad. Cualquier decisión encaminada a mejorar la situación económica de Melilla siempre será bienvenida.
Dejado bien sentado ese principio general, entremos a considerar de qué manera pueden ser más efectivos esos 8 millones. Y ahí hay que hablar de viabilidad de las empresas y, sobre todo también, de su capacidad para crear puestos de trabajo.
De poco le serviría a la ciudad hacer un esfuerzo presupuestario extraordinario como esos 8 millones de euros en ayudas, si el dinero no llega al bolsillo del melillense, si las empresas solo van a cubrir pérdidas, si no sirven al crecimiento y a ofertar trabajo en la calle.
Es importantísimo tener en cuenta que los recursos públicos deben favorecer al mayor número de familias posible y eso se consigue con más empleo y, por lo tanto, un aumento en la capacidad de consumo.
El consumo es uno de los mayores revulsivos para la economía en cualquier parte del mundo. Sin consumo no hay prosperidad, máxime cuando nos referimos a una población como la nuestra, que vive del sector Servicios y que no parece tener opción de explorar otras metas productivas que ayuden al mantenimiento económico.
Inyectar 8 millones de euros en empresas creadoras de empleo sería sacar a la calle idéntica cantidad de dinero. La gente gastaría más alegremente porque habría más alegría en los monederos y sectores como la hostelería, por ejemplo, se vería entre los grandes beneficiados, que falta les hace.