UNA nueva patera arribó ayer a Melilla. En esta ocasión, transportaba a 16 personas, 15 hombres y una mujer de origen marroquí.
Durante el último año, la llegada a la ciudad de embarcaciones con inmigrantes irregulares ha descendido, la pandemia ha afectado también al fenómeno de la inmigración, pero siguen llegando personas. En esta ocasión, eran ciudadanos del país vecino, pero el deseo de alcanzar Europa a través de Melilla, arriesgando la vida en el mar, no entiende de nacionalidades. Como ejemplo, la anterior patera que alcanzó nuestra costa con ciudadanos de origen asiático a bordo.
Las diferentes nacionalidades y tan dispares de la inmigración que recibimos en la ciudad debe servirnos de indicativo sobre la globalidad que ha tomado la inmigración en el mundo y la necesidad de tomar medidas transversales y de calado.
Por mucho que nos empeñemos en elevar muros en la tierra y controlar los mares, miles de personas parten cada día desde sus países de origen hacia el nuestro. Un viaje largo y peligroso, en el que se juegan la vida, pero que para ellos merece la pena. Si logran llegar a la península, y por lo tanto a Europa, saben que sus condiciones de vida van a mejorar. Seguramente muchos vienen con una idea equivocada, idealizada, pero la terrible situación del país que dejaron atrás hace que les merezca la pena.
La inmigración irregular es un goteo permanente que cada cierto tiempo registra picos que vuelven a poner al fenómeno en el foco de atención de la sociedad. Después, las llegadas vuelven a estabilizarse y parece que el problema ha desaparecido, o que al menos no es tan grave. Pero la realidad es que persiste y no hemos logrado dar una solución en años.
La colaboración con los países de origen debe ser el epicentro de la política migratoria de la Unión Europea, que debe de una vez por todas dar un paso al frente y afrontar, implicándose directamente y no dejando a los países del sur que sean los que se enfrentan en solitario al problema.
No podemos quedarnos en nuestra burbuja del primer mundo permanentemente, hay un alyo número de la población mundial que apenas puede cubrir sus necesidades básicas y mientras eso no se solucione va a ser imposible detener estos flujos.