Selló una nueva hoja de su pasaporte a la tranquilidad el, Melilla que tenía en la visita a Socuéllamos un difícil reto, tanto por las urgencias de un rival que además estrenaba entrenador -el exfutbolista del Villarreal Josico Moreno- como por las particularidades de un terreno de juego que solo permite un plan de juego. Minimizaron todos los condicionantes los pupilos de Ángel Viadero, que aprovecharon una acción psicológica con resultado de penalti nada comenzar el segundo acto y administraron con veteranía y oficio una ventaja que acabó por dejar la quinta jornada consecutiva sin conocer la derrota.
Era el Paquito Giménez, que además acogía de nuevo público en sus gradas, un completo desconocido y una incógnita para el Melilla. Y tanto por dimensiones como por superficie exige un proceso de adaptación que se evidenció en unos primeros minutos de dominio local. Decir dominio en el campo del Socuéllamos no es sentirse agobiado por la falta de posesión, ni siquiera por un torrente de oportunidades, sino por la sensación de que el oponente necesita hacer menos para provocar peligro, y también porque avanzar parece requerir una obra de ingeniería futbolística.
Resultó determinante en ese proceso la seguridad y determinación de Rubén Gálvez, felino y autoritario en cuanto balón dividido o colgado le proponían los locales. El Socuéllamos, que era mejor a su manera, no parecía responder a un patrón de juego más allá de los saques de banda y segundas acciones, donde Kike Domínguez parecía omnipresente.
Tardó media hora el Melilla en encontrarle el punto a la contienda. Y lo hizo en una especie de duelo al sol entre Borja Díaz y Javi Sánchez, que tendría hasta tres asaltos espectaculares.
En el primero, un libre directo en el que el atacante le pegó con el alma, el arquero anfitrión hizo un escorzo imposible para mantenerse en pie y despejar el balón a córner. Sin descanso, un balón interior volvería a plantar al atacante ante Sánchez, que esta vez le achicó el espacio y desbarató el mano a mano. Se había animado el cuadro de Ángel Viadero, que afortunadamente encontró el equilibrio entre el infortunio a la hora de mirar a la portería contrario y la suerte en la propia. Mejías, en un cabezazo, y Luis Lara, en un disparo lejano, estrellaron en la madera los últimos intentos del Socuéllamos antes del intermedio.
Rompió la cita nada más comenzar un segundo acto en el que el bando norteafricano parecía haber dado un paso decidido al frente. Fruto de esa ambición solamente tardó un minuto en forzar un córner y, con él, la acción decisiva.
Molina cabeceó en el segundo palo y el balón golpeó en el brazo de Berruezo, que se había tragado el centro y se giraba para hacer oposición.
El trencilla dictó el triple castigo. Borja Díaz le ganó la partida a Javi Sánchez en el tercer cara a cara, esta vez desde los once metros, y dejó un guión imposible para un Socuéllamos en inferioridad numérica.
El tanto dejó tan aturdidos a los locales que incluso fue Ángel Viadero el primero en mover ficha desde el banquillo y meter el encuentro en otra fase, que esta vez el bloque melillense manejó a la perfección e incluso con suficiencia: no concedió ni una sola oportunidad de peligro e incluso lamentó un gol anulado a Agus Alonso por mano, tras un cabezazo inapelable.
Con una demostración de oficio y veteranía, un Melilla pletórico se deshizo de la sombra del Socuéllamos en la tabla clasificatoria de su grupo nacional y cada vez respira con más salud.