EL diario Público ha difundido un reportaje demoledor que retrata las pésimas condiciones en las que permanecen acogidos los menores extranjeros no acompañados en La Purísima. Según el periodista (que no firma la información), están hacinados y viven en condiciones insalubres y rodeados de aguas fecales. Hasta ahí digamos que no me asaltan grandes dudas. En cambio no pongo la mano en el fuego por otros temas más delicados como la denuncia de escasez de alimentos, los malos tratos o que el centro funcione como una cárcel. Que pregunten a los guardias civiles y policías locales que están hartos de devolver a los niños que encuentran en la calle y que al rato se los encuentran de nuevo en el puerto. Digamos que en este caso el término prisión no parece ser el que más se ajusta a la realidad.
Un año atrás, el propio exconsejero de Bienestar Social, Daniel Ventura, se quejaba de la falta de espacio para dar acogida en la ciudad a un número cada vez mayor de menores extranjeros, principalmente marroquíes, de los que nos tenemos que hacer cargo porque nos obliga la ley y además porque el Gobierno de España ni con el PP ni con el PSOE ha conseguido convencer a Marruecos de que reciba de vuelta a esos menores que en la mayoría de los casos no son huérfanos sino pobres, como pobre es una amplia capa de la población de ese país.
A Melilla le ha tocado ser la puerta de entrada a Europa de muchos de esos niños, así que aquí nos toca hacernos responsables de unos menores que han descubierto, demasiado pronto, lo que es la emigración. Nunca podrán juzgarlos con justicia quienes no se hayan atrevido a salir jamás de su zona de confort. Los que hemos cambiado de país, de ciudad y en menor medida de barrio o de colegio, podemos hacernos una idea más o menos acertada de las barreras que tiene que superar un migrante. No es sólo el idioma. Es también todo lo demás.
Si bien la llegada de menores extranjeros no acompañados está bajo control en gran parte de la península, vemos que en Melilla seguimos recibiendo muchos más de los que podemos atender. Normal, que la Fundación Por Causa haya tenido a bien compartir en su cuenta de Twitter una foto de niños acogidos en La Purísima viviendo “como ratas”.
Las imágenes son bochornosas, como bochornoso es que no lleguemos a un acuerdo con Marruecos para que esos niños vuelvan con sus padres si estos están en condiciones y quieren acogerlos. Porque, por mucho que nos cueste aceptarlo, hay padres que tienen hijos y los envían a la calle porque no tienen dinero para darles de comer. Prefieren que sus hijos crezcan con carencias afectivas, pero con un plato de comida en la mesa. Hay que estar en su lugar para juzgarlos. No soy Dios, pero no seré yo quien apruebe esa forma de actuar. Los hijos no pueden ser únicamente una consecuencia sino, sobre todo, una responsabilidad.
Llevamos años arrastrando en Melilla problemas con la atención a menores extranjeros no acompañados. Basta con visitar un centro en la península para comprobar que las comparaciones son odiosas. Hay establecimientos modélicos en los que los niños se sienten como en casa y desde donde llaman a sus padres en Argelia o Marruecos. Los hay huérfanos, pero la mayoría tiene familia.
Yo creo que si tienen padres no deberían ser responsabilidad sólo nuestra, pero la ley nos obliga a velar por el bien del menor. No los acogemos porque somos débiles. La acogida de un niño/a es un derecho garantizado en este país.
Pero también estamos obligados a vigilar a los padres que abandonan a sus hijos y eso se está haciendo en Melilla desde hace relativamente poco tiempo. No entiendo cómo puede entrar una señora por la frontera con un niño y salir con las manos vacías sin llamar la atención. Eso no ocurre en ninguna otra frontera internacional. Pero aquí no damos abasto. Los policías nacionales hacen lo que pueden sobre todo porque sigue sin resolverse el eterno problema de la falta de personal en los puestos fronterizos.
¿Qué fue de la reclamación de más agentes para nuestra ciudad? ¿Dónde están hoy los que criticaban a Ventura por las pésimas condiciones en las que vivían los menores extranjeros no acompañados en nuestra ciudad? Están atornillados a sus puestos, cobrando un pastizal y sin que en Madrid escuchen sus reclamos, suponiendo que éstos existen. No paran de defraudarnos. Esos políticos son nuestros verdadero problema.