EDUARDO de Castro tomó posesión ayer de su cargo como nuevo presidente de Melilla en un acto en el que estuvo apoyado por Miguel Gutiérrez, secretario general de Cs en el Congreso de los Diputados, y por la ministra en funciones de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto.
La presencia de Gutiérrez despeja cualquier duda en torno al supuesto malestar que habría en Madrid tras la decisión adoptada por su candidato de presidir la Ciudad Autónoma de Melilla. Si estuvieran enfadados con De Castro evidentemente no habrían mandado a un peso pesado a la toma de posesión.
Digo yo, que por sentido común no pueden avalar la decisión de Eduardo de Castro plantándose en Melilla Inés Arrimadas o Albert Rivera porque de esa forma podrían poner en peligro otros pactos en el resto de España.
Fue un detalle, además, la asistencia de Reyes Maroto y su compromiso de trabajar juntos para que se note el cambio. Si repite como ministra, algo que no se descarta teniendo en cuenta que en campaña electoral Pedro Sánchez avanzó la continuidad de muchos de los ministros de la pasada legislatura, sería muy bueno para Melilla porque justo el comercio, que ella controla desde Madrid, es lo que nos lleva de cabeza en esta ciudad. Algo podrá hacer para echarnos una mano.
Se ausentaron a la ceremonia los diputados de PP y Vox, que fueron consecuentes y no acudieron porque consideran que se trata de una asunción de funciones fraudulenta ya que, por una parte, defienden que De Castro no se postuló a presidente y que, por otra, habría cometido un presunto delito de falsedad documental en la lista que su partido presentó a las municipales del 26-M.
Militantes y cargos de confianza del PP han comentado también su malestar por el hecho de que no les dejaran acceder a las oficinas de la Asamblea a recoger sus pertenencias o que el Gobierno entrante haya olvidado que la Guardia Civil se llevó discos duros durante registros policiales. Se defienden asimismo de quienes piden levantar alfombras y tirar de la manta, ignorando que desde que entró en vigor la Ley de Transparencia ya no hay facturas en los cajones. Todo se hace por vía telemática y, por tanto, no hay nada que esconder ni que encontrar.
Sea como fuere, los diputados del PP y Vox no estuvieron ayer en la Asamblea y quienes creían que iban a ver el acto de pie, terminaron ocupando esos sillones vacíos en primera y segunda fila.
Queda por delante conformar el equipo de Gobierno y los que vemos la política desde la barrera sabemos que eso no es fácil. Al final, se quiera o no, la distribución de poder es una forma de premiar a quienes han hecho durante años la travesía del partido por el desierto sin salirse del guión. El problema es que esto es un tripartito y hay menos puestos que candidatos. Hay que repartir con tino pero, sobre todo, las tres formaciones (CpM, PSOE y Cs) deberán apostar por los mejores porque este gobierno tiene demasiados ojos y esperanzas encima y con tanto pleito en los juzgados es mejor ir sobre seguro y hacerlo bien a la primera por si no se puede rectificar.
De hecho, poco antes de que se celebrara la toma de posesión de De Castro en la Asamblea, la Junta Electoral de Melilla elevó al Tribunal Superior de Justicia de Málaga el recurso contencioso electoral contra su proclamación como presidente de la Ciudad.
Las aguas están revueltas y no habrá segundas oportunidades para nadie. Hay que hacerlo bien a la primera.
Los melillenses necesitamos que la normalidad vuelva cuanto antes. Queremos ver qué pasa en estos tres primeros meses de Gobierno, que serán decisivos para saber si el cambio merece la pena o si sólo eran cantos de sirenas y como sabéis las sirenas no existen: son fruto de nuestra imaginación.