¿Qué es un concepto? ¿Para qué sirve? ¿Qué valor se le da? ¿Qué incidencia tienen los conceptos en nuestra vida? ¿Pueden los conceptos interferir en la actividad educativa y en sus resultados?. Para que exista un concepto como tal, debe haber una definición contrastada lingüísticamente, y una interpretación intelectual a través de la reflexión, por la que cada concepto tiene un determinado valor significativo, que lo hace inconfundible con otro concepto, de tal manera, que no pueda ser ni subvertido, ni manipulado.
Los conceptos conforman los cimientos de la educación. Y así, lo mismo que en una construcción de calidad, cada uno de los elementos constructivos se atienen a las exigencias de la misma, así debe ocurrir con los conceptos que han de servir de apoyo a la educación.
Educar sin aclarar qué conceptos mueven los objetivos educativos que se pretenden, es dejar la educación en manos de la eventualidad, del capricho, o, aún peor, en manos de quien pueda pretender objetivos no estrictamente educativos.
No hay que engañarse, se educa bajo el influjo de interpretaciones distintas, e incluso divergentes respecto a conceptos tan determinantes como: familia, amistad, responsabilidad, exigencia, relaciones sociales, etc. No tiene igual resultado educativo, considerar que la familia es un gran valor para todas las personas, que considerarla un lastre; hay diferencia entre dar un significativo valor a la figura del profesorado, y considerarlo un simple número administrativo...
No hay que olvidar que los conceptos sirven para conformar ideas. Con las ideas se construyen los pensamientos, eso significa que, según se expliquen los conceptos a los alumnos, así serán las ideas y los pensamientos que construyan, y por lo tanto su comportamiento.
Podemos, como ejemplo, tomar como concepto la responsabilidad. El concepto de responsabilidad, puede tener una deriva solidaria o intimidatoria, razonable o perversa, justa o tiránica, compensatoria o abusiva.
¿Cómo se reflejan estas derivas en el ámbito de la educación? A poco que se observe con atención, puede comprobarse estos extremos. Cuando al profesorado se le exige responsabilidad por el fracaso escolar exculpando a los alumnos de sus obligaciones de estudio y trabajo, estamos ante un caso de responsabilidad intimidatoria. Cuando al profesorado a los alumnos se les exige responsabilidad sobre sus obligaciones, estamos ante una responsabilidad solidaria, y no solidaria en cuanto afecta tanto al alumnado como al profesorado, sino desde el punto de vista social, dado que el que cada cual cumpla con sus obligaciones, beneficia a todos. Cuando a alguien se le exige lo que tiene obligación de hacer,
se trata de una exigencia razonable. Cuando a alguien se le exige y se le impone responsabilidades que no son suyas, mediante coacciones o chantaje, estaríamos ante una situación perversa. Si se exigen las responsabilidades que corresponde, estamos ante lo justo.. Si se exige responsabilidades, impuestas en razón de cargo o poder sobre quién se siente sometido, estamos ante la tiranía. Cuando la exigencia de responsabilidades se hace para que alguien subsane lo ha hecho mal, tiene sentido de compensación. Si se prolonga cualquier responsabilidad más allá de los términos que corresponde, bien en el tiempo o en el cometido, tenemos el abuso.
Es fácil darse cuenta de la importancia que tiene trasmitir, a quienes están preparándose para vivir en sociedad, conceptos claros, sensatos, ajustados a su significación y a su positivo valor social.
Posiblemente, deberíamos cuidar más, que nuestros hijos y alumnos tengan los conceptos claros.