La inmigración ilegal es, de principio a fin, un asunto claramente pecuniario. Tiene su origen en las desigualdades económicas entre distintas regiones y el dinero sirve tanto para poner en marcha su maquinaria como para intentar que los engranajes dejen de girar. Con independencia de si se mira desde la perspectiva de los inmigrantes, de las países de partida, de tránsito o de destino, en todas sus fases el motor necesita una constante inyección de dinero por parte de quienes están interesados en mantenerlo en funcionamiento como por quienes intentan frenarlo.
Desde nuestro punto de vista, si asumimos como tal el planteamiento del delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, 10 millones de euros son escasos si se busca afrontar el problema desde Melilla y Ceuta. Ese dinero, desde la posición del Ejecutivo central, no será suficiente para eliminar la presión sobre nuestra valla fronteriza. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, está convencido de que hace falta más solidaridad y responsabilidad de la UE “tanto a nivel político como especialmente a nivel financiero”. Así se expresó ayer el máximo responsable de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en España. Y, sin duda, Fernández Díaz daba por hecho que el destinatario de esa ‘solidaridad pecuniaria’ debía ser nuestro país. Evidentemente, Melilla y Ceuta sufren de modo muy especial la presión migratoria, pero ninguna de las dos ciudades son la causante de la misma. Pensar lo contario sería un absurdo, y sin embargo, se insiste en aplicar la solución en las ciudades autónomas. Así se llega a la conclusión evidente de que 10 millones de euros son insuficientes, como lo seguirán siendo las cantidades resultantes a medida que vayamos poniendo más millones sobre la mesa ya que esa ‘inversión económica’ sólo contribuye a acrecentar la desigualdad entre los países de partida y los de destino.
Diez millones de euros en Melilla y Ceuta son totalmente inútiles para frenar la marea de la inmigración. Sin embargo, esa misma suma es una cantidad a tener en cuenta si se aplica en programas al desarrollo en los países que dejan atrás los miles de subsaharianos que esperan con la mirada puesta en Melilla, cuya valla necesitará una ‘inversión’ de 2 millones de euros para que Eulen se ocupe de su mantenimiento, la misma cantidad que el Gobierno gastará en Ceuta para que Ferrovial realice idéntica labor.
El verano se aproxima con paso firme y volverán a las portadas de los periódicos hechos como la inmigración descontrolada. También recuperarán protagonismo los incendios forestales. En el caso de estos últimos siempre se recuerda que la lucha contra las llamas empieza en invierno, cuando se trabaja en los bosques para minimizar el riesgo de fuego. Siguiendo este mismo planteamiento, la Unión Europea debería financiar la instalación de ‘vallas fronterizas’ más al sur, a miles de kilómetros de distancia de Melilla y Ceuta. Allí no hace falta concertina, malla antitrepa, nuevas garitas, ni más agentes. En esas latitudes, 10 millones de euros de ‘solidaridad’, 2 millones del contrato de Eulen y otros 2 millones de Ferrovial empleados en el desarrollo económico y social de los países subsaharianos son la ‘valla’ más efectiva contra la inmigración ilegal.