Isabel Díaz Carrasco, mujer luchadora y vital, es la ‘Abuela de Melilla’. El próximo 9 de mayo recibirá este reconocimiento en la gala de la Semana del Mayor.
Tiene el pelo blanco porque se lo lavan con agua caliente. Ese color blanquecino no son canas ni se debe a la edad. Simplemente, le tenían que lavar la cabeza con un agua más tibia, pero no lo hacen. Esta ‘mentirijilla’ ni ella se la cree, pero la cuenta porque no quiere reconocer que por algún lado se le tienen que notar sus casi 100 años. Sus ojos, de color claro, aún brillan por su vitalidad. Esta mujer será, según su hijo, “genio y figura hasta la sepultura”. Menuda de estatura, pero con una gran fuerza física, si no a qué se iba a deber que el próximo 29 de julio vaya a celebrar sus 100 cumpleaños.
Y cecea. Como en su pueblo. No es melillense aunque lleva desde los 21 años viviendo en esta tierra africana. El Saucejo, una localidad de la provincia de Sevilla, es el lugar donde nació. Allí también conoció a su marido, Rafael Castaño. La historia de esta pareja es parecida a la de muchas otras de su época. Se conocía del pueblo. En aquel tiempo, esa localidad a penas tenía vecinos. Paseaban de un lado a otro y se acabaron enamorando y casando.
Cuando Rafael se vino a Melilla a hacer la mili, Isabel siguió sus pasos. En Nador, lugar al que habían destinado a su marido, vivieron durante unos años. Allí estuvo algo sola, pues llegó sin conocer a nadie. Pero su carácter abierto y su simpatía pronto le proporcionaron amigas.
La vida del pueblo era muy distinta a la de Melilla. Aquí no tenía a ningún familiar y echaba de menos algunas cosas, como los productos de la tierra. Pero se fue adaptando a la forma de vivir de los melillenses.
De Nador se mudaron al barrio de Villa Paquita y de ahí a Calvo Sotelo y la Victoria. Rafael siguió en el Ejército, en la intendencia, pero como su sueldo no daba para mucho, Isabel se puso a trabajar. Fue limpiadora en la Hípica durante muchos años, hasta que se jubiló por una enfermedad.
“Con los niños a cuestas”
En Melilla ha criado a sus tres hijos. Juan nació en Nador, María en Sevilla y Paco en la ciudad. Aunque todos han crecido, estudiado y trabajado en esta tierra.
Isabel asegura que ha sido de esas madres que se iba “con los niños a cuestas” a todos lados. Nunca los dejó en casa con otra persona. Se ocupó ella de criarlos hasta que fueron los suficientemente mayores como para ir al colegio solos y a partir de ese momento, comenzó a trabajar fuera de casa.
La vida familiar era “normal”, asegura sonriendo. Destaca que hubo momentos buenos y otros que no lo fueron tanto. Uno de esos recuerdos en los que no quiere pensar fue cuando su marido falleció a los 59 años. A partir de ese momento tuvo que echarle más arrojo a la vida para continuar luchando por su familia, esto es, sus tres hijos, siete nietos y once bisnietos.
Disfrutaba mucho de las navidades en familia y de otras fiestas importantes de la ciudad, como la Feria. En estas fechas siempre estiraba el dinerillo que entraba en casa para hacer algo especial para comer. Sin duda, sus manos amorosas eran las mejores haciendo natillas, arroz con leche y flanes. “¡Qué buenos estaban!”, destaca Paco, su hijo pequeño, mientras ella asiente con la cabeza.
Isabel recibirá el reconocimiento de la Ciudad a la ‘Abuela de Melilla’ en la gala que se organiza con motivo de la Semana del Mayor el próximo jueves 9 de mayo.