ME pongo en la piel de una madre rifeña y puedo llegar a entender que traiga a su hijo a Melilla y lo deje en un centro de internamiento de menas para que pueda tener en esta ciudad el futuro que le niegan las autoridades en Marruecos.
No hablamos sólo de educación gratis, sino también de manutención y, sobre todo, de la posibilidad de coger “papeles” al cumplir los 18, durante un tiempo efímero, pero suficiente para cruzar legalmente a la península y reunirse con la familia que ha emigrado con anterioridad.
Pero también me pongo en la piel del Gobierno español y entiendo que quiera frenar la llegada de menores extranjeros no acompañados que tienen familia en Marruecos y que representan una carga para las arcas públicas de este país.
Las estadísticas demuestran que el problema de los menas ha ido a más no sólo en Melilla. También en España. Nuestro país ha pasado de registrar cerca de 3.000 menores extranjeros no acompañados en 2012, en plena crisis económica cuando bajaron las cifras, a más de 13.000 a inicios de este año.
En la ciudad los datos no han crecido en igual proporción que a nivel nacional, entre otras cosas porque aquí hemos tenido el mismo problema durante años, pero aún así han ido a más. Pasamos de acoger 999 menas en 2016 a 1.127 a primeros de este 2019.
Aunque han tardado, finalmente las autoridades locales han empezado a detener por abandono de menores a las madres de niños marroquíes que llegan a la ciudad, incluso con pasaporte.
No sé si es viable o no condenar por abandono a la madre marroquí detenida en la frontera de Melilla al venir a encontrarse con su hijo acogido en un centro de menores. Corresponderá a un juez evaluar si es o no abandono o si la forma de proceder encaja en otro tipo de delito o falta.
La voz se habrá corrido ya tan deprisa que la primera reacción será, naturalmente, que los padres marroquíes de niños acogidos en Melilla dejen de visitarlos en la ciudad.
Eso significa que lejos de solucionar el problema, creamos otro. Puede que en adelante otras familias rifeñas no quieran enviar a sus hijos a nuestra ciudad por temor a no poder verlos en largo tiempo. Pero los que ya están aquí se quedarán sin ver a los suyos.
La solución, una vez más, debería estar en manos del Gobierno de Marruecos. No puede ser que el 75% de los menas acogidos en España sean del país vecino y que no podamos hacer nada por devolverlos a sus familias, que es donde deberían estar.
El Rey Felipe ha conseguido tras su visita a Rabat que baje llamativamente la llegada masiva de inmigrantes a España procedentes de las costas marroquíes, pero al parecer no ha podido terciar para solucionar el desaguisado de los menas.
Tenemos las elecciones a la vuelta de la esquina y es momento de pedirle a nuestros políticos solución a una situación que venimos arrastrando durante muchísimos años.
Marruecos tiene que responsabilizarse de sus menores. Los padres y madres de esos niños tienen que responsabilizarse de sus hijos. Traer un hijo al mundo no puede seguir siendo un acto irreflexivo de tradición religiosa y cultural.
Rabat no puede aspirar a que España le pague su alta tasa de natalidad. No podemos ser responsables de la educación y manutención de sus niños.
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