Le tocó contar a Melilla cómo la Hermandad del Rocío de la ciudad representa la fe melillense en tierras de la Blanca Paloma. Junto al cámara José Jiménez, María José Ramírez Berenguer, se embarcó en el correo de Málaga para seguir aventura en tierras de Huelva, para llegar a Almonte y comprobar cómo Antonia Cerrato, Agustín Lobato y compañía presumían de su nombre, Melilla, por bandera. Compartieron con ellos todos los momentos de la, posiblemente, más reconocida romería del orbe mariano. Ella, la redactora, no está especialmente advocada a la fe mariana...'ya, pero esos ojos de la Señora...'. Ese es el secreto del Rocío; no es cuestión de fe, es cuestión de vivencias; es materia para vivirla y luego, al regreso, atracar en el puerto melillense con otra cara y otro espíritu, echando de menos aquella vivencia, con gentes que te abren el corazón en campo abierto con la Virgen del Rocío como referente.
"¡Estoy a cuatro metros de la Blanca Paloma, ésto es inenarrable!", proclamaba alucinada la trabajadora de Televisión Melilla desde una terraza que le había granjeado la Hermandad melillense y que fue, probablemente, el mejor plano que vimos los melillenses hace ya dos años, era el plano de la cercanía y del corazón. La Virgen mecida a ley por los almonteños miraba un segundo a Melilla...'ya, peros esos ojos de la Señora'. Esos ojos, esa fe de un millón de personas desparramadas por las marismas almonteñas, ese amor conjunto, compartido, mueven montañas. Nadie, por muy agnóstico que sea puede dejar de conmoverse ante el paso de la Virgen. Algo ocurre cuando las gargantas enmudecen cuando Rocío les mira.
Hermandad no sólo es un nominativo de organigrama, no es sólo es una organización, es, por contra, una vocación. La vocación de compartirlo todo, de unirse en la admiración de hechos y experiencias. Los periodistas dejan de ser periodistas y dejan de llevar a cabo planes y trabajos preestablecidos, se dejan llevar por las sensaciones de manera que la emoción que ellos viven se traslade a la cámara y al comementario. José y María José renunciaron a un trabajo preconcebido para contar lo vivido. 'Ay, esos ojos de la Señora de Almonte'.
Esa es la misma sensación vivida cuando se oyen las voces claras de la Hermandad del Rocío de Melilla, cuando se comparte mesa y mantel con la expedición de Rusadir, cuando se respira el mismo aire perfecto del campo onubense, cuando, con la vista puesta en la reja, se pide y se desea y se ama a la gente...las mismas sensaciones experimentadas en el momento de quitarse los botos camperos para descansar unas horas y pensar. A los informadores les cuesta trabajo admitir que ésto es mucho más que una entrevista o una rueda de rensa porque ésto es mucho más. Se puede dejar de tener fe pero es imposible contener el corazón y alguna que otra lágrima cuando los ojos de la Señora miran de frente y estallan los mejores sentimientos. Todo lo anterior les ocurrió a Jiménez y a Ramírez y así lo contaron.
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