La consejera de Bienestar Social, María Antonia Garbín, informó ayer de un hecho que ya es conocido por la mayor parte de la población melillense, que no ofrece ninguna duda para los trabajadores de La Purísima y que, lógicamente, no ignora ninguno de los niños y adolescentes acogidos en el centro.
En esas instalaciones hay menores extranjeros no acompañados (menas) que portan armas blancas. Algunos, incluso, están en posesión de “cuchillos jamoneros”, como aseguró ayer públicamente la propia consejera de Bienestar Social. Hay otros que llevan tijeras, otros van con navajas y otros, con distintos utensilios cortantes.
Como no se le escapa a nadie, ni si quiera a la propia Garbín, esta situación es muy preocupante. Supone un gran riesgo para los trabajadores del centro y, sobre todo, para los propios menores, tanto para los que van ‘armados’ como los que no. Ante la gravedad de estos hechos, ayer esperábamos de la consejera algo más que su simple denuncia. Pero Garbín se quedó ahí, como si la cosa no fuera con ella. No explicó qué medidas ha adoptado para evitar que siga habiendo esas armas en el interior de La Purísima. Tampoco dijo qué indicaciones ha dado para garantizar la seguridad de los trabajadores, tanto de los orientadores como de los responsables de la seguridad en el centro. No dijo nada sobre qué decisiones ha tomado para aislar a los menores potencialmente violentos del resto de niños y adolescentes. Garbín se contentó con realizar la denuncia pública. Y ahí se quedó, como si su lugar estuviera en la oposición, como si no estuviera en su mano ni fuera su obligación tomar medidas ante la gravedad de esos hechos.
Del mismo modo, informó de que el 40% (ni más ni menos) de los menas acogidos en La Purísima no son tales. Las pruebas médicas, asegura, demuestran que cuatro de cada diez residentes son mayores de edad. ¿Qué piensa hacer para detectar con mayor celeridad a estos individuos, que por otra parte, asegura, son casi siempre los causantes de los altercados y motines que se registran en el centro? Pues no lo sabemos, principalmente, porque ayer Garbín no dijo nada sobre este asunto.
Sí habló de su reciente viaje a Ceuta. Aseguró que la visita no le ha servido para encontrar una solución al alto número de menas que deambulan por las calles de Melilla, un problema que no existe en la ciudad caballa. La conclusión de la consejera es que el problema está en la ‘calidad’ de los niños. Allí, según sus propias palabras, no son “tan agresivos ni intentan colarse en los barcos, como ocurre en nuestra ciudad”. Aun dando la razón a Garbín, eso no le exime de su obligación de continuar buscando soluciones. Quizás no hubiera tenido que ir tan lejos para encontrarlas. Aquí, en Melilla, hay instituciones que acogen a las niñas y adolescentes extranjeras no acompañadas y no se ve a éstas deambular por nuestra ciudad, ni por supuesto pasean ‘armadas’ con “cuchillos jamoneros” en los centros donde residen. Probablemente, estas instituciones y las de Ceuta no sean tan diferentes. Seguro que en ambas en el ánimo de sus máximos responsables está buscar soluciones a la problemática de los menas; lo que se echa en falta en la máxima responsable de La Purísima.
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