Menudo jarro de agua fría nos ha caído a todos encima después de que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, dijera este martes en una rueda de prensa que las aduanas de Melilla y Ceuta abrirán antes de la Reunión de Alto Nivel con Marruecos, los días 1 y 2 de febrero (miércoles y jueves de la semana que viene), pero dejando caer que ha habido, como se temía, algún imprevisto de último momento y las mercancías no empezarán a pasar este miércoles, como avanzó El País.
De este lado tenemos ciertas dudas, pero este martes en Marruecos lo tenían meridianamente claro: no hay orden de abrir ninguna aduana y mucho menos en la frontera de Melilla. Es más este martes en Nador ni siquiera tenían claro que se vaya a celebrar la Reunión de Alto Nivel y si finalmente se celebra, dan por sentado que, como ocurrió en 2015, el rey Mohamed VI no estará para hacerse la foto con Pedro Sánchez porque se comenta que sigue en Gabón desde Navidades.
Las previsiones, por tanto, apuntan a que a Sánchez le pasará como a Rajoy, en la RAN de 2015, que tuvo que conformarse con compartir estrado con el entonces primer ministro marroquí, Abdelilah Benkirán. ¿Por qué? Del otro lado lo tienen claro: "Marruecos ya obtuvo lo que quería", comentan con sorna en referencia al apoyo español al plan de autonomía sobre el Sáhara.
Esta versión marroquí encaja con la condicionalidad que el ministro Albares utilizó en su rueda de prensa de este lunes cuando le preguntaron por la fecha de la reapertura de las aduanas de Melilla y Ceuta. Directamente, el ministro echó balones fuera y dijo que se sabrá "en su momento"... sin más detalles.
"No pueden darte ninguna fecha porque no hay ninguna orden de abrir ninguna aduana", señalan fuentes marroquíes en declaraciones a El Faro.
Esta evasiva de un ministro como Albares, encantado de conocerse, nos lleva a pensar que puede que se estuvieran reservando el anuncio para la comparecencia de este martes del presidente Pedro Sánchez en el Congreso durante el reinicio de la actividad parlamentaria, pero a las ocho de la noche el jefe del Ejecutivo no había soltado el titular, pese a que su intervención empezó a las cuatro de la tarde y la palabra Marruecos se pronunció varias veces en el hemiciclo.
Al menos Ciudadanos y PNV preguntaron al presidente Sánchez por la votación vergonzosa de los eurodiputados socialistas, que en la Eurocámara se opusieron la semana pasada a condenar el acoso marroquí a la prensa y a la libertad de expresión.
Aitor Esteban (PNV) estuvo fino este lunes en el Congreso al reprochar al presidente Sánchez que se comporte de forma pusilánime con Rabat. "Así no se combate el bullying", le soltó cordialmente.
El caso es que en Marruecos se han montado toda una teoría territorial para explicar las condiciones que aseguran haber impuesto al tráfico de mercancías hacia las ciudades autónomas, que es como ellos sortean la palabra aduana, para que no les queme en la boca.
Según dicen, han sido ellos quienes han exigido a España que todo el control de mercancías se haga en el Puerto porque como en su realidad paralela Melilla no tiene fronteras, solo reconocen las instalaciones portuarias como frontera internacional. De ahí que los camiones tengan que salir de Beni Enzar custodiados por la Guardia Civil hasta el puerto, donde se procederá a realizar las inspecciones sanitarias que, en ningún caso, aseguran, se harán a mercancía importada por particulares sino por empresas.
Milongas. Mientras haya sellado de pasaportes en la frontera, pueden construir el relato que quieran, que no se sostiene. Nadie sella pasaporte para ir de un barrio a otro en ningún país del mundo. Eso es cuento y propaganda barata.
Básicamente en Marruecos se han armado de argumentos para explicar que no van a permitir la entrada de contenedores a través de la aduana de Melilla. Eso es un poco absurdo porque ya no llegan contenedores al puerto local y no es eso lo que se ha reivindicado desde nuestra ciudad, sino recuperar el tránsito de camiones que teníamos hasta 2018.
A día de hoy, en Marruecos se oponen frontalmente a la entrada de mercancías procedentes de las tiendas de Melilla porque lo consideran una competencia desleal y ponen como ejemplo que un coche que se compra en la ciudad por 35.000 euros, cuesta 85.000 en Marruecos y 50.000 en la península. Ese es su argumento para rechazar el intercambio comercial bilateral porque, según dicen, con eso no pueden competir. "Por eso no puede haber negocio con Melilla", recalcan.
No obstante, reconocen que existen fuertes presiones empresariales en torno al Gobierno de la Región Oriental porque hay un lobby importante de comerciantes marroquíes que reclaman que la aduana, la llamen como la llamen, abra cuanto antes. Tienen prisa por meter pescado en camiones frigoríficos y descartan que se pueda llegar a hacer de otra manera porque eso, añaden, no lo deciden ellos sino la Delegación del Gobierno de Melilla que es quien tiene que decidir si deja o no entrar pescado a particulares por la frontera.
La situación no es ni mucho menos tan idílica como nos la pinta el ministro de Exteriores. Marruecos ya tiene lo que quería y ahora, como era previsible, quiere más. Y nosotros formamos parte de esas ambiciones. La CEME ya ha dejado claro que si la frontera sigue abierta, tal y como está, es mejor que la cierren porque perjudica a los pocos comercios que siguen en pie de este lado.
La situación es difícil. Se mire como se mire, reabrir la aduana comercial es una victoria diplomática de España sobre Marruecos. La propaganda puede pintar el cuadro de rojo o de azul, pero los hechos son los que son. No nos gusta lo que está pasando, pero no podemos ser nosotros quienes demos el portazo y mucho menos en este momento, con un Gobierno tan debilitado en Moncloa. Hay que dejar que Rabat se retrate.
La solución a nuestros conflictos pasan por las urnas. No se trata de ganar o de que gobierne la lista más votada porque con eso no se va a ninguna parte. Necesitamos gobiernos con mayorías solventes para plantar cara a quienes nos atacan. Hasta entonces, no queda otra que hacernos los muertos para ver el entierro que nos hacen.
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