Parece que en estos tiempos más que volver a casa por Navidad se vuelve por la crisis. Ha pasado en Melilla, con el retorno de numerosos melillenses y vecinos del hinterland marroquí con permiso de trabajo y residencia en España que, tras perder sus empleos, se han visto obligados a retornar a sus lugares de origen, donde el paraguas familiar les ayuda a intentar superar los efectos del paro en mejores condiciones.
Está pasando en los equipos de fútbol de menor categoría que, de repente, andan recuperando a glorias exportadas a equipos de más nivel pero que, al dejar de pagar a sus jugadores, ya no pueden competir con el menor sueldo pero mejor calidad de vida que los futbolistas locales tienen en un equipo próximo a su entorno familiar.
La crisis se está notando especialmente en estas Navidades. No sólo porque haya más paro y, en consecuencia, mucha más pobreza, sino porque todos tememos un 2012 de duros ajustes que acabe poniendo la situación irremediablemente de forma más difícil.
La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) realizó recientemente unas previsiones poco halagüeñas para España, con un crecimiento económico inferior incluso al de este año y una tasa de paro que alcanzaría el 23%.
Tenemos un negro horizonte pero no podemos amilanarnos. En esa tesitura, el empeño del Gobierno local por cerrar puertas a la continuas peticiones de Comisiones y Mesas por el Empleo demandadas desde la oposición, tiene mucho de torpeza política y poco de visión de futuro.
Primero, porque el Gobierno de la Ciudad olvida su devenir frustrante en lo tocante al Consejo Económico y Social que sin ser una panacea, sigue siendo una asignatura pendiente.
Segundo, porque Melilla sigue necesitando más diálogo y concordia política, por encima de las muchas diferencias que separan a los distintos grupos y que, aunque comprensibles en algunos casos desde el punto de vista personal, deben aparcarse en beneficio de la acción política por muy pedante, soberbio o innecesario que pueda parecer el discurso del contrincante.
Es más, cualquier opción por la que se apostase, acabaría coja y rota desde un principio si no integrara en su seno a las fuerzas económicas y sociales, entendiendo estas últimas en un sentido amplio que abarcara también a las Ong’s que trabajan con los sectores más desfavorecidos.
Se dice que no hay mejor forma para no resolver un problema que crear una comisión sobre el problema en cuestión. Y en cierto modo algo de razón hay, porque en la burocracia, las reuniones, los dimes y diretes y los intereses partidarios que acaban contraponiéndose y superponiéndose, los foros de debate muchas veces no alcanzan un estadio superior.
La realidad melillense, con un índice de pobreza muy alto, si consideramos el nivel de pobreza relativa (ingresos por debajo del 60% de la media) o los parámetros de medida estándar aplicados por la Unión Europea, reclaman ese pacto de ciudad que nuestra clase política aún no ha sido capaz de llevar a cabo.
El PP, con más votos que nunca en su historia, tanto en las elecciones locales en Melilla como en las generales en el conjunto de España, está en condiciones más que nunca de poder compartir sin tener por ello que menguar su responsabilidad principal de ejercer el gobierno o, lo que es lo mismo, tomar decisiones.
Decía ayer el consejero de Economía, Daniel Conesa, que existen muchos foros de debate como para crear una nueva Mesa por el Empleo. No obstante, sigue sin existir ese foro multidireccional que abarque más allá de la clase política y dé opción a otras voces que resultan especialmente protagonistas en el desarrollo económico de Melilla.
Deberíamos empezar a hartarnos ya de ser tan peculiares, tan difíciles para conciliar en cualquier extremo; tan cainitas como para no ser capaces siquiera de constituir un Consejo Económico y Social, que bastaría por sí mismo para canalizar todos los debates pendientes y todas las voces imprescindibles en esa revisión necesaria de nuestro presente y nuestras opciones de futuro.
Más que muchas comisiones lo que nos falta es un solo foro para decidir en común, abrir las incógnitas y empezar a plantearnos qué economía de futuro realmente queremos, empezando por nuestra posición respecto de la Unión Aduanera.
La Ciudad Autónoma empezará el año con sus presupuestos prorrogados, por primera vez tras muchos ejercicios, y aunque el Gobierno local tenga muy claro qué debe hacerse y en qué sentido respecto de la Administración central y el nuevo Ejecutivo de Rajoy, son muchos los asuntos que prosperarían con menos riesgo de conflicto si se abriera en mayor medida el debate al conjunto de las fuerzas políticas, económicas y sociales, entendiendo estas últimas, como digo, en un sentido mucho más amplio que el convencional. Por eso afirmo al principio de este artículo que el Gobierno local adolece de torpeza y falta de vista cuando se cierra en banda ante la petición coincidente de CpM, PSOE y PPL.
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